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Desde su cima; el mejor paisaje

 

Cómo un soplo de muerte

puede romper mil hilos de vida.

Cómo un hilo de vida,

puede vencer a la muerte

y arribar en la eternidad

cualquier día.

 

   ***   ***

 

Madre.

Hija de un par de flores.

Una cedió su vientre,

la otra; la cama,

sábanas suaves,

la mesa y la silla,

una sana sonrisa,

y el hacer de una familia.

 

Madre: hija de madres.

Yo me santiguo

ante un final de invierno

que auspicio la voz

que engendra estos versos,

desde tu fértil Marzo.

 

Madre. Tu padre: el humo.

Hija de un hombre

de rostro y nombre,

totalmente incierto.

 

Madre.

Tus ojos hablan por siempre tiernos.

Tus manos cuidan pasto y rebaño,

sé, son mi cielo.

Madre de mi

y de otros tantos:

el mejor remedio.

Tomo tu espíritu,

por puro, santo,

y por santo eterno.

 

Eres hija del sublime amor que impregna

todo el cosmos, esta tierra.

Madre: eres agua,

arrullas como un arroyo,

oxigenas mis respiros,

eres aquel aire

que merece perpetuarse,

e invadiendo espacios

abarcarlo todo siendo infinito.

 

Madre.

Madre e hija,

del gentil, del generoso acto.

Luz de mis días,

voz y regalo.

Derrites hielos,

reñires largos,

con dulces gestos,

glaciares vastos.

 

Es buen candil

tu abrazo amplio;

abre fronteras,

vence letargos,

es él mi credo,

con él me caso,

por ser sincero

nunca es extraño.

 

Como es de grande tu canto,

que agota los toscos timbres,

que acalla soeces ruidos,

pueriles e impertinentes,

rancias y sucias angustias

de los pasajes mundanos.

 

Madre.

Das agua a las fuentes

y a bocas trago,

rellenas pronto

pozos cansados,

y secos ríos

los tornas bravos.

Tu amar despierta

sueños de antaño.

 

Contigo cerca

aprendo tanto,

la parte bella

del ser humano,

que el vil rencor,

raspa, es esparto,

y que un perdón

es grato hallazgo.

 

Como es de inmenso tu canto

que deshacen tinieblas

sus melodiosas caricias.

Como el sol la densa niebla

al soplarle sus secretos;

el alba con sus rayos.

 

Como acompaña tu canto,

que incluso húmedas cavernas

de soledad espartana

soliviantan sus vocablos.

Mudándolas, le dan calor,

bien alivia siendo un manto.

 

Madre: Hija de aromas salvajes.

Del tomillo y el romero,

de la higuera y los albaricoques,

de los piñones que en pinos

aguardan la travesura

de subir a alcanzarlos.

 

Madre.

Tanto sabes, que eres maestra

del mágico talento de un niño,

que usa su sonrisa para besarnos.

 

« De mi madre quiero salvaguardar

su locuaz alegría.»

 

La que supo hallar

sobre un inclemente desierto;

un inmenso vergel,

no el supuesto y agotador calvario,

que reseca, carcome y amedrenta

como un réquiem amargo.

 

Aún de tu yugo supiste extraer.

Multiplicaste el rocío,

aclaraste espejismos,

desvaneciste fantasmas.

Encontraste la diestra sombra,

donde, cruel, el sol asfixiando

quemaba, del gozo: el tacto,

cualquier reflejo.

 

Madre.

Destronaste, sabiamente,

mediante la sabia simpleza

que ronda esparcida por la vida;

el dolor corrosivo,

el llanto austero,

el puño de la tristeza.

(Le adosaste grandes alas al plomo.)

 

Madre.

Deslumbraste a cualquiera

por tener un angelical don: tu corazón.

Tu gracia y encanto derrotó,

apartó con su trino armonioso

el fuego yermo del infierno,

el abrasivo influjo de demonios.

Construiste un castillo

donde había presidio,

duro presidio y condena.

 

 

Como una lombriz alimenta a los pájaros

y las hojas de los árboles abonan la tierra.

¡Madre!:

Pan y consuelo,

de paja tu nido.

Tu pico serviste,

laborioso y atento.

Madre, ¡gracias!,

me diste cada costilla y el barro.

Adormeciste mi pedazo de nada

agitando una llama

cual a un bebe, sonajero.

 

 

Aupaste mi paso,

abriste el camino,

para que pueda ser capaz

de hablar de esta vida

escribiendo sobre ti,

asi diciéndote

cuanto y cuanto te quiero.

 

Fuiste, eres y serás

mi libro preferido,

la lumbre que avive

el pasar de mis años.

Quebraste el silencio invisible,

desperezaste mis sentidos,

me despertaste del sueño.

 

Por ser quien eres y fuiste,

gestaste el pulso de mi voz,

el sabor y saber decir de mi sonrisa,

y estos ojos que, hoy, son míos,

y que te besan mimando

cuando te miran.

 

318-omu G.S. (Bcn-2013)