Miyagui yuyatsi

Trilogía al escepticismo estéril

 

 

 

 

 

 

 

A la vida y sus connotaciones 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1.

 

 

Estoy empezando a amar a un fantasma.

Su pálpito ha formado pensamientos 

que atraviesan todas las etapas de mi vida.

La he amado a destiempo:

en los mail sin respuestas

en las líneas ocupadas

y en los viajes interplanetarios que haré por ella.

Con nombre o sin nombre, eso no importa;

porque a mí solo me quedan cincuenta años,

y ella es eterna…

 

 

 

 

2.

 

Definitivamente... solo seremos un punto más del infinito.

Indeterminación que comienza en tus manos.

Conocí un día un fantasma con tu nombre,

conocí tu nombre en un beso metafísico.

 

 

Ahora dime,

Cuando en tu voz

la madera expire y desafines constantemente,

¿Volverás a mis letras? 

Si vuelves, trae contigo retórica nunca antes emitida,

retórica que nace en tus poros, que nace de Dios.

 

 

Porque inevitablemente seremos

aquella sinfonía de cláxones en pretérito:

donde las direccionales irradiaban

a espaldas de tu sombra. 

 

Hoy sueño que sueñas paralelamente a mis sueños.

Hoy pienso que piensas y no piensas.

Hoy hablo con tus ojos, que quedaron grabados en mi hombro.

 

 

 

Pero dime,

será que algún día chocaremos a propósito

por culpa de mis semáforos a destiempo.

Será que algún día haciendo zapping en la acera

te halle escondida de la vida.

Te halle sin paraguas,

y mirándonos,

extraviemos lentamente nuestras miradas

de nuevo...

 

 

 

 

3.

 

 

Su mirada está llena de adióses

y mientras sus pupilas naufragan en recuerdos,

ella me mira de reojo...

 

 

Su memoria descansa

en agua de mar, leche de ángel.

Son sus años que la llevan a todos lados

                                         -Soñar no es una opción-

menos al mañana.

Y creo entenderla,

por eso no me entiendo.

 

 

 

Y estoy en el proceso:

de ser el fariseo de sus sueños

                                           -Que es lo más cercano a un salvador-.

a un arrepentido barato,

                                           -Que es lo más cercano a las náuseas, a la vida-.

 

 

 

                                  Llegan mensajes,           

                                  Que ella nunca abre, por miedo a que alguno contenga mi voz.

                                  Por miedo al miedo,

                                  por nada.

 

 

 

Porque ella espera pacientemente que yo no espere.

Ahora que sabe-tardíamente-lo que es el amor,

que se lo dedique, a los que no han nacido;                                  

que me lo haga llegar como epitafio.

Porque cuando me brindó esos meses de inmortalidad,

entendí, lo que todavía no entiendo.