joaquin Méndez

Nuestras bocas se buscaron.

Su cuerpo desnudo sobre la cama, mis ojos relamiéndose ante tan maravillosa visión, la esencia de su flor perfumaba el ambiente,  excitando mis atributos a punto de explotar, preparándose, para el más alto rendimiento competitivo de aquel momento.

Mis manos se posaron en sus exuberantes pechos, que se me antojaron los más hermosos que mis ojos vieron jamás.

Nuestras bocas se buscaron y se acariciaros con dulces y melosos besos que soltaban chispas, encendiendo nuestros sentidos y nuestros más ocultos instintos amorosos.

Mi vientre se pegó a su vientre al tiempo que nuestros sexos se besaban con tiernos besos produciendo una tormenta de lubricación, tu rosa se abrió para facilitar el paso a su invitado que   comenzó la entrada triunfal levantando olas de placer a nuestros mares que se fueron convirtiendo en espumas blancas, chocando contra las arenas de nuestras excitadas y ardorosas playas.

A los vaivenes titánicos de nuestros cuerpos, se juntaron los deseos y las emociones, nuestras almas se liberaron y sentimos como una explosivos que nos hizo gritar y gemír,  por los más exquisitos placeres. En esos momentos  mi amada tenía una eyaculación  abundante que pues sentí, sus ríos de lava ardiendo, desbordándose en mi desenfrenado y duro miembro.

 Ya era imposible de contenerme, de aguantar más, y di, riendas sueltas  dejándome llevar por sus movimientos incontrolables, e inunde su fogoso y recetor interior, con una corriente de fluido abrasador que la hizo gritar más y más al sentir mis contracciones, en su entrañas.

En ese momento parecía como si nuestros interiores se hicieran visibles, como si la dopamina fuese transparente para proyectar nuestras imágenes al cerebro y convertirlas en el más exagerado y sublime placer.

Fue tan espacial, tan diferente, que nuestras mentes y almas volaron y volaron,  hasta colgarse de los cuernos de la luna.

Luego quedamos quietos muy quietos encogidos en un solo cuerpo y una sola piel, solo se escuchaban nuestras entrecortadas respiraciones acompasando los latidos de nuestros acelerados corazones, como en una dulce y melódica, cancion.

Auto, Joaquín Méndez.16/01/2013 0:22:41