RICARDO ALVAREZ

1- LUZ ÍGNEA CELESTE - 2- NUESTRAS SOLEDADES

1- LUZ ÍGNEA CELESTE

 

 

Besos enterrados,

aun llamea el pozo de la tierra/

Surge lava de sus poros,

rojo de uva sangrante

charco oliendo a durazno/

 

De tus pies ahora entintos

trepa la enhebrada raíz vertical

al contacto de tu boca y recoge

su lenta voz de narcótica ambrosía/

La rama retorna de las piedras cálidas

escondidas en tu pecho de abadía/

Te veo como el futuro

en la hora del crepúsculo presente

en que los pájaros alegres del aire

van poblando su nido de zumbante avisperio

En tu lacia testa oliendo a caserío/

 

Mis brazos te abarcan

con la amplitud de un sereno estanque y

de las hojas resecas soltadas en otoño

se trama una verde cresta de lazo sujeta

entre dos cuerpos/

Cuerpos nuestros de amantes

donde solo cabe una gota rociante de enero,

las mordidas lenguas de uva picoteadas,

la tibia envoltura del arilo,

la forma gruesa de muestras siluetas

cuando todo el aire nos ve los dedos enracimados

y la celeste luz ígnea es nuestro ojo testigo/

 

 

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2- NUESTRAS SOLEDADES

 

De hace tiempo golpean las piedras largamente estiradas en el día.

Algunas en meteorito, las mas diminutas

en explosión matemática potencial, como

guijarros desprendidos de inexplicable mineral.

No son las rocas turbadas del cielo,

es la semilla brutal inserta en la cabeza de nosotros,

roperos ambulantes cruzando los genes y el mundo en los puentes descoloridos

 

Sin recuerdo que somos  cuerpo y existencia

van nuestras ropas vacías de flojo destino, y

la obscena esclavitud de una amapola adicta sin futuro.

Con la marcha enterrada  del soldado acobardado

a la frontera de los grises sin retorno

Como elaborados productos de consumo manufacturados

dejando un hueco y un numero por nombre.

Nace en nuestras sienes infartadas del día sin sorpresas, y

claudica nuestro corazón cenizo

como forastero de un alma ocupada por algún raid enemigo.

 

No hay mas piedras golpeando las testas,

sino la densa y gélida sustancia

de nuestra absurda apariencia sin bandera en las entrañas.

 

Con la muerte lenta y vergonzante que invade la humedad sin aire respirable,

de los huesos pesados ahogando los tambores de mitos olvidados y pechos abatidos

Desprendidos de músculos sensitivos y refleja respuesta,

con los tendones arrugados, la risa en dientes apretados.

Vestidos solo de ropaje y percha, sin nada de osamenta.

En la oscuridad sin salida vamos a los tropiezos y los tumbos.

Levantamos la cabeza y no hay nadie...

y nadie

es la soledad arpía como compañera.

 

 

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