ALFREDO

NOCTURNA II

I
Eras un deseo de duende;
un paisaje despejándose
ante los ojos pasionales
de un ser
que suele emocionarse.
Eras una luna danzarina;
eras una hermosa niebla
que tarda en disiparse;
eras el encuentro
de la pasión y la ternura;
eras una bella duda
que observaba atentamente
a mi amor
y sus acciones;
eras vida en grandes cantidades
y espantabas a la muerte
con tan solo mirarla;
eras una fémina fantástica
de un mundo inexistente;
mientras yo era un simple humano,
loco y sangrante,
que entraba en contacto
con lo etéreo,
que besaba la caricia
de los ángeles.


II
Transgredimos límites confusos;
no eramos nosotros,
nos reemplazaron las esencias
de aquello que respira
en el terruño emocional.
No eramos nosotros,
dulce ser de río fragancioso;
no eramos nosotros,
prodigiosa encarnación
de santa milagrosa;
no eramos nosotros,
mi linda tristeza
de ánimas andantes.
No,
no eramos nosotros,
mi bonita,
posiblemente nos poseyeron
grandes amantes de la historia
o
era el amor
que utilizaba nuestros cuerpos;
sí, sí
era el amor
que nacía de nuestras bocas
que emergía de muy adentro.