bernardo cortes vicencio

RELOJ DEL SILENCIO

 

Como una grieta seca

 el fondo del tiempo espera

estoy sobre el reloj del silencio

en su propio eje

en su propia manivela

en la propia vara suspensiva

 evacuando su perdido acento.

 

En alguna parte esquiva mi presencia

en alguna  parte quita los golpes del martilleo tenue de su biela

en alguna parte el museo del viento deja su torvo atajo.

 

El punto dócil desgarrando la calle amplia

donde a veces huye

todos los días lo veo con extraña ranura

una clave que me ha mirado desde los hombros de su voz

y de su nuca.

 

Son pasos esquivos que han dejado asombro

una escalera antigua que desciende en contrasentido

síntomas que nadie pudo borrar ni los viajes

ni el zapato viejo que hirió los perfiles incompletos

del distraído velero de su otro yo.

 

Y se desposa en la brasa dura de la piedra

no hay ecos en su atadura abierta

solo una grieta que sonríe a ratos por la emisión

aquella luz que la descubre

con la ubre esquinada

donde se ata  y se adhiere al minuto perdido.

 

Veo  su pesada sombra al yugo alto de su carcajada

la pálida ilusión contraída  del suicida

y también veo el cordel prendido bordando gatos

soy testigo de su angosto arco

 boca demedia luna que ríe sola.

 

Y desciendo a su propio lago

a su cuenca desde adentro

a sus sienes donde rebota inconmovible

inmutable

inseguro

la astilla que vive subjetiva

sobre el  avaro reloj.

 

 Le he dado cuerda, cordón   a su propio aro  

la aguja hincada en los gestos

entre los bordes secos que brota del asilo añejo.

 

El único animal que tiene dos sexos

en su vientre diminuto

ha sido ave sin plumas

en su prohíbo impacto de ser inmune.

 

En el muro cuando la  fisura se vuelve  mica dislocada

ayes desquiciados estampan su rostro en mi cara. 

 

El gladiador lleva una zanja de  aplausos

retumbando en la sorda piedra

 trastornos que solamente juzgué  por su mentira.

 

Nunca me dio la hora

solo una sombra de mercurio

 una tinta de luz y de costra

casco de su pie volátil de girar y girar.

 

                                                     

                                                                          Bernardo Cortés Vicencio 

                                                                          Papantla, Ver, México