Murialdo Chicaiza

El mar otra vez

Navegar mar adentro por su vientre,

mirar las sombras y los peces.

Navegar sintiéndome náufrago,

hundirme sin remedio.

 

Ir hacia el límite, la horizontal línea

en la que existe el beso eterno:

el cielo y la mar en cópula perpetua.

Ser una molécula de sal,

tal vez mínima lágrima.

 

Todo, mientras el mundo es un devenir:

Vibrar al compás de las últimas energías.

Sentir la piel quemada, ser grieta de sal.

 

Y llega la noche y las enlutadas gaviotas

a picotear los vestigios y el horror

de mis ojos que nunca miraron.

Y el mar será totalidad, universo de agua.