Sara (Bar literario)

Espejos compactos

 

 

 

La peonza hace su baile rutinario en el centro del cuarto…

 

Dos camas, cada una en el extremo opuesto de la habitación, estiran sus brazos, para alcanzarse.

 

Arañas se retuercen en el armario, como si fueran insomnios atrapados en el amuleto colgado, encima del reflejo de Ana.

 

Ana, así se llama Cristina, cuyo nombre es Isadora.

 

Las manos de las camas casi rozan sus uñas…

 

Las arañas se revuelcan en el vestido rosa.

 

(Cristina escribe en las paredes sobre el día, en que su pie reconoció, el bigote de los relojes)

 

El miedo es una estratagema centenaria en  esta estancia. Se acumula en el brazier flagelado por el baile de las moscas.

 

Quiebra la lógica Jeremías, al girar el azar, en la perilla.

 

-Silencio- la ambulancia es un vidrio adherido a las piernas de un cualquiera que quería desgastar,el reciclaje de la arena.

 

Las camas hacen un chirrido al rasguñar el suelo. Sus manos se entrelazan.

 

Jeremías toma una silla y la coloca encima de la peonza.

 

¿Quién llora por el gato disecado encima del armario?

 

Isadora cubre a Ana; ha empezado a escribir en sus pezones las iniciales de los muertos.

 

¿Quién detiene a las serpientes, ascendiendo hacia la cuna del hombre?

 

Cierra el diario Ana, Jeremías es un pecho palpitando trenes en su insípido paisaje…

 

Las arañas imploran por Cristina.

 

Ella siempre ha sido la dócil, la fácil, el hábito cubriendo su moral inmolada por las parafilias disociativas de un-alguien.

 

Las camas se acercan

 

Jeremías estira el plástico y Cristina encima de él, retoza en el receptáculo llenándose de una sustancia, parecida a la alquimia.

 

Cristina es la metamorfosis, cuando la noche la olvida y le cree ser noche.

 

La peonza se queda estática.

 

Cristina continúa gimiendo su propio nombre.

 

Se llama Niebla

Se llama Nada

 

Es ninfa orando mana

 

Las camas se han juntado.

Ellas protegen la cuna de Jeremías

 

Isadora viste como Ana,

pero se llama Cristina