Veronica Arteaga

UN DESCONOCIDO.

Domingo por la tarde, en esa hora incierta en que la tardecita se resuelve en ocaso y da gusto pasear por las veredas conocidas, tan íntimas, de nuestro barrio. Es esa hora mágica en la que de pronto al cruzar una esquina se enciende la luz pública y nos acordamos de que hay que pedir tres deseos…y de que faltará poco para que Venus se haga visible en este cielo con “luna al revés”…del sur. Siempre el sur como norte …y deslizo la ironía por la comisura de mi pluma para no perder la costumbre de ironizar imperceptiblemente.

Sigo caminando y me detengo en un semáforo y miro a mi costado y es entonces que veo al Desconocido  (debo aclarar que escribo “desconocido” con mayúscula porque este será un desconocido especial entre millones de ellos…será justo el mío, mi desconocido)  y él , justo al cambiar la luz al verde, se acomoda a mi paso breve y aún de paseo y con las manos en los bolsillos me dirige la palabra casi sin mirarme. Me sobresalto y él lo percibe, no es común ni aquí ni en el Japón que los Desconocidos te salgan al paso para conversar a no ser que te pidan unas monedas, te pregunten por una dirección, te roben el bolso o te aborden con fines non sanctos. …pero, las motivaciones de este desconocido- correctamente vestido, pulcro, sin rastros de alcohol u otras substancias, eran simplemente las de ser escuchado por alguien y así me lo expresó entre frases entrecortadas y angustiadas que me decían que no estaba loco, que no me pediría dinero, que no estaba ebrio ni drogado, que no me molestaría en ningún sentido y que simplemente necesitaba hablar y que alguien lo escuchara porque “no puedo más…”

Ese “no puedo más”, le pudo a mis desconfianzas citadinas y finalmente lo miré a su perfil delgado, levemente encorvado que parecía mi sombra desconocida e irregular caminando en la acera y yo también comencé a hablarle de manera entrecortada y con frases puramente circunstanciales y breves para decirle no sé qué cosas de que bueno, está todo bien, no te preocupes, no es fácil hoy día, te deseo suerte…Vaguedades por el estilo que fueron totalmente inadecuadas en una inverosímil situación. Es que uno no está preparado nunca para los Desconocidos…y sobre todo para los desconocidos que “no pueden más”…y eso que yo soy previsora y llevo siempre de todo en mi cartera…toallitas húmedas, pañuelos descartables, bolígrafos, alcohol en gel por si la gripe A, peine, algo de perfume por si las moscas y alguna otra cosita de esas que no pueden faltar en la cartera de la dama y en el bolsillo de los caballeros…pero para el Desconocido no llevaba nada, absolutamente nada más que una mirada de soslayo que evidenciaba incomodidad y una incipiente piedad en algún lugar de mi alma que me decía que los desconocidos somos todos…que solo es cuestión de que te toque a vos acercarte a los otros para decir con cualquier gesto “no puedo más..”A otro desconocido igual a vos e igual a él,

Llegamos a la esquina sin detenernos con ningún semáforo y entonces, me dijo un breve adiós y cruzó la calle. Se detuvo en el puesto del vendedor de revistas y ví que se conocían porque Pedro lo saludó con mucho afecto. Ese gesto tuvo para mí un efecto tranquilizador, el Desconocido ya era un Conocido, por lo menos mi diariero al que conozco de años, llevaba con él una relación con la suficiente confianza como para ameritar un abrazo y eso significaba que no era un delincuente ni un loco en pleno delirio.

Me encaminé a casa volviendo sobre mis pasos y sin percatarme de que todas las luces estaban encendidas y que Venus hacía rato que ya se destacaba grande y brillante en el cielo de Montevideo, pero mientras pisaba con cuidado las veredas adoquinadas, no dejaba de pensar en el extraño episodio y sin querer lo relacioné con los Mayas y sus predicciones para el 21 de diciembre del 2012..Es una asociación de ideas absurdas, ya lo sé, pero me hago esta pregunta, si cuando los Mayas hablaban de destrucción, cataclismos, desolación se referían a hechos concretos relacionados con la naturaleza o  a algo mucho más dramático…un caos social a nivel mundial, un gran caos emocional en los que todos de a poco nos vamos sintiendo inmersos y que pronto no permitirá que tengamos paz ni durmiendo en nuestra cama.

Tal vez todos, de una manera u otra algún día tengamos que decirle al de al lado “no puedo más”

Y ojalá que no sea al vacío.


                            Veronica.