ALVARO J. MARQUEZ

ESCRIBÍA...

"Una lección ayer aprendida/ me ha hecho ser más fuerte./ No se juega con la vida/ ni se juega con la muerte".


Te muestras muy diestro al escribir,

tu celular bonito no deja de lucir

mientras te paras a recibir pasajeros.

La música a todo volumen te anima,

una señora cargada de bolsas encima

anda con unos niños traviesos y fieros.

 

Se sube a tu unidad otra cansada mujer,

un bebé en sus brazos le hace querer

que algún caballero amable le dé asiento.

La música muy alta no deja de sonar

y continúas concentrado en tu celular,

otro mensaje te ha llegado en el momento.

 

Arrancas de nuevo tu vehículo y la gente,

no va viajando muy cómoda precisamente,

pero en tus manos están como todos los días.

Te comes la luz de un semáforo y no importa,

la ruta que cubres no es tampoco tan corta,

así que eso justifica tu velocidad en las vías.

 

Una mujer de espalda sexy y destapada,

con una faldita que deja poco o casi nada

sin ver, también va viajando en tu unidad.

Hay ciertos reflejos del sol que te ciegan

y no lees bien los mensajes que te llegan,

pero eso no hace que bajes la velocidad.

 

Hay niños llorando en la parte de atrás,

la mamá los reprende y no aguanta más,

quiere llegar con prontitud a su casa.

Alguien te pide con modales buenos

que por favor corras un poco menos

y tú ni te enteras de qué es lo que pasa.

 

Manejar escribiendo tantos mensajes

y hacer a tanta velocidad tus viajes

te parece que es rutina de todos los días.

Así pasaba el tiempo mientras viajaban,

alguien se quejaba, los niños lloraban

y tú manejando veloz... escribías.

 

Una anciana en una parada quiere subir,

le gritas a la gente que para atrás deben ir

porque más gente en tu vehículo aún cabe.

Vuelves a iniciar la marcha ya de mala gana,

¿le dará alguien su puesto a la anciana?

Es algo que al momento, nadie lo sabe.

 

El tiempo pasa y tu unidad ya despega,

casi un avión parece, otro mensaje llega

y creías que manejar y escribir podías.

La luz de otro semáforo irrespetaste,

te reíste y a alguien cercano le mostraste

los mensajes que en tu celular escribías.

 

De pronto en una curva... ¡accidente!

Se escuchan los gritos de toda la gente

y tu vehículo da vueltas aparatoso.

Nadie supo en qué terminó esa mañana,

si sobrevivió a todo eso la anciana.

Y no se dañó tu celular tan lujoso.

 

No hay señales de la mujer de la falda,

la que mostraba lunares en su espalda

y los niños que lloraban no se oyen llorar,

la madre que los regañaba afligida

tampoco da muestra alguna de vida

y la música ya ha dejado de sonar.

 

La que describo es sin duda una escena triste,

pero es algo vigente, que sucede, que existe

y no sacado de alguna alocada fantasía...

Personas inocentes víctimas de la fatalidad,

un colectivo de pasajeros a mucha velocidad

y un chofer irresponsable... que escribía.