Víctor Callirgos

Siénteme

Siénteme en el aire, siénteme en la brisa

que besa tu piel de seda y con sus suaves

dedos, toda te acaricia.

Siénteme en las miradas de toda la gente,

Siénteme en sus palabras bellas o soeces,

Siénteme en la rama que ondula, que se mece

cual padre piadoso que a su niño adormece.

Siénteme en todo, siénteme en la nada;

Siénteme en el fuego, igual en la cascada;

En tu pelo y en tus plantas; siénteme…

sediento de distancias, sediento de tus aguas;

sediento de las cumbres, cayendo en la garúa,

impetuoso en la corriente, oloroso cuando inhalas.

 

Siénteme alado, el más fuerte y el más frágil,

de mirada tan profunda que distingue

las olas de las playas más lejanas,

el átomo cercano que construye el tálamo,

la miel y todo sin par de exquisiteces;

siénteme junto a ti desde antes del principio,

siénteme contigo más allá del fin;

siente que somos uno, que ambos llenamos,

ambos, sorprendentemente, el vasto confín.