pabloaraya7

Corbata negra (Cuento)

Se anudó la corbata negra por tercera vez, no era normal, todos los días enredaba ese pedazo de tela en cuestión de segundos, la giraba para un lado, para el otro, mientras caminaba, masticaba una tostada, ojeaba el periódico o se ponía los zapatos a la ligera. Esta vez no era así. Frente al espejo sentía como si tuviera puestos unos guantes de pugilista.

- Amor, sentate a desayunar, se te va a enfriar el café.

- Ay ma, otra vez con lo mismo, me estoy alistando.

- Hasta el nudo de la bendita corbata lo estás haciendo a la carrera. Vení yo te ayudo, está todo torcido.

Y en efecto, estaba desalineado. Por cuarta ocasión soltó la tela que abrazaba su cuello y comenzó nuevamente la faena.

- ¿Me vas a decir cómo hacer un nudo de corbata? ¿a mí, que todos los días me tengo que hacer uno?.

- ¿Qué pasó? Hablame más fuerte que no te oigo.

- Nada mamá, que ya casi me tengo que ir voy a llegar tarde al trabajo.

- ¿Y  el café?

- En el trabajo me tomo uno, no te preocupés.

- Ay muchacho, ese nudo está torcido.

 Y seguía encorvado. Con la tranquilidad que nunca había tenido, probaba de mil maneras y siempre tiraba uno de los dos extremos de lado.  Jamás le había sucedido antes.

- Dejame y te ayudo.

-  Así estoy bien ma, usted es la única que me dice algo de la bendita corbata, así está bien.

- Igualito a tu tata, siempre salía todo arrugado, nunca me dejaba aplancharle la ropa y mucho menos hacerle el nudo ese de la corbata.

- Probablemente exageraras con él como lo hacés conmigo.

Quizás hasta ahora no lo había notado, porque era la primera vez, desde el entierro de su padre que utilizaba una corbata negra.

- Por favor mi amor, saque un ratito para desayunar. ¿No ves qué ricas están las arepitas que cociné? Ahí hay miel de abeja para que le pongás.

- Sí, están  ricas ma, gracias.

- Pero sentate hombre, ¿Y como está todo en el trabajo?

- Como siempre atrasados, tengo un juicio mañana así que tengo que trabajar hasta tarde hoy.

- ¿Hoy también?

A altas horas de la noche en la oficina, ya el nudo de la corbata agonizaba en forma de ye. A nadie le importaba si lo había hecho bien o mal, pero esta vez era especial. El nudo por alguna razón no salía bien. Puta corbata negra que no servía, y aunque intentaba con todas sus fuerzas, por ningún lado escuchaba la voz de su madre ofreciéndose a ayudarlo. El nudo de la garganta definitivamente le estaba estorbando.