Rosa de Terciopelo

MUY SEÑOR MÍO

Muy señor mío:

Hace mucho tiempo que no sé nada de usted y, sin embargo, mis pensamientos divagan tratando de encontrar indicios de su presencia. Me he dedicado al arte de la navegación, navego diariamente entre letras, para ver si en la bitácora de un navío perdido puedo encontrar rastros que me indiquen de su existencia. Como verá, mejor dicho, como leerá, con su excelente capacidad de leer más allá de lo explícito, se habrá dado cuenta que mi enfermedad no ha mejorada para nada.

He tomado las suficientes dosis de ausencia y, aún así, continúa mi psicosis maníaco obsesiva con usted. Y usted dirá "su enfermedad ya se ha vuelto demasiado crónica", lo más probable es que usted diga que estoy desahuciada. En tal caso, debería usted detener la receta, pues pienso yo "si ya no tengo remedio, para qué seguir con esa dosis de ausencia", pues simplemente suspéndala y déjeme vivir lo poco que me queda en santa paz.

He tenido falsas mejorías, de esas que acostumbran a llegar para ilusionarlo a uno con la cura, pero finalmente resulta en una recaída peor que la anterior. No puedo negar que la dosis ha tenido una cierta efectividad, pero no la suficiente para curarme. En algunos casos me he visto en la necesidad de automedicarme. Le cuento que un remedio conocido por el común de la gente y que tienden a recomendar con mucha confianza, es el de mantener la mente ocupada. Usted no tiene idea en cuántas cosas la tengo ocupada, la ocupo pensando en su mirada, en sus constantes gruñidos, en sus bromas incomprensibles ¿eran bromas? en su ironía, en la mía y en la de la vida, en las llamadas, en su vos, en su foto (menos mal que es virtual, pues ya la habría borrado de tanto tocarla.) Como se habrá dado cuenta ese remedio no fue muy efectivo que digamos. Luego decidí ocupar mi mente en otras cosas, en esas que hacía comúnmente, en la casa, el trabajo, los proyectos, la familia… Allí llegó el espejismo de la cura, creí estar completamente sana y, de repente, me vi nuevamente caminando sonámbula, marcando su número, enviando un mensaje, escuchando el silencio, llorando por dentro.

Eso es lo que me reafirma que estoy desahuciada, ese constante empeño en llamarlo, en enviarle un mensaje, en pegarme mil veces con la misma pared de silencio.

Pero sabe, mi apreciado doctor, creo que ya viene la cura, pues ya me siento en agonía, creo que podré morir en paz, en sana paz, pues aceptar que esto no es y nunca será, me llevará a la muerte, pero moriré tranquila.

Gracias doctor, por todos sus esfuerzo, sé que hizo lo posible, pero ya no tengo remedio,  ya la muerte se aproxima... es mejor morir que vivir en agonía.