Hector Adolfo Campa

Si la pudiera nombrar lo haría...

Si la pudiera nombrar lo haría,

Decir el nombre de quien me obliga a sonreír,

O simplemente ilustrarte, a ti compañero, mi sentir,

Pero estoy atado de labios y manos;

Desde el alma me encuentro susurrando,

Y esa mujer no me percibe en mi delirio de soneto.

 

Que dulce alegría esconderme en sus pasiones,

Sin que me vea, oculto en el brillo de sus ojos,

Iracundo en la noche sin su cabello,

Contando los segundos que separan su camino y el mío.

Si la vieras compañero mío,

De seguro sonreirías conmigo,

La abrazarías a tu pecho y dejarías que fundiesen en el sus suspiros,

La desearías como lo hago verso tras verso.

 

Es tan mágica y tan voluble,

Es tan crisálida y poco inverosímil,

Simplemente es una paloma alzando el vuelo,

Un ademan surrealista de los sentidos;

Es una delicia, es un fresno de mimbre.

 

Cuando anochece, es ella la que desde el cielo me mira,
con millares de ojos, con su luz divina, 

y al despertar, el calor de un nuevo día;

Es un pensamiento agitándose en mi cabeza,

Que baja a mi pecho, agitando,

Se mueve de un lado a otro, da vueltas,

Terminando en mis labios, vibrando, temblando.

Es ella un cuento que no me atrevo a poner titulo,

De esos que Cortázar no entendería, pero seguro amaría,

Que Benedetti me recuerda en poemas, tal vez la conoció, tal vez.

 

Y es ella un ser majestuoso, único y múltiple,

Doliente y sonriente, doncella y villano,

Preludio y quinto acto,

La Julieta, y por qué no, también Justina.

Es simplemente una mescla perfecta de imperfectos,

Una sutil enfermedad que me matará contento, lento, muy lento.

  

Tú que me estás leyendo, ¿la sientes cerca?

¿Está sentada alado tuyo?

Si en respuesta miras alrededor sin encontrarla,

Entonces lo que escribo no tiene sentido,

Pues es en mis letras donde inmortal y hermosa se haya.