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No hay amor sin soledad.
Sin la ausencia de besos
o el escuchar lejanos
(pero muy lejos)
Hondos gemidos -que brotan-
Desde la garganta que se moja con su propia saliva…
No -no hay amor- Sin recuerdos que evocan
o hiervan entre las manos
como un aceite en ebullición
…por eso amor nunca te olvido
es un designio memorizar tu nombre
y repetirlo en el cenit del día
hasta el silencio en que la noche arriba.
Me paseo por mi cuarto
tan parecido a todas las habitaciones
de un hombre solo
que se arrima o esta al pie de sus recuerdos
(pero…)
De reojo veo las fotos donde estamos
cuando juntos recorríamos algunos lugares
inmersos de calor o algunos fríos
pero juntos –los dos-
donde afloraban íntimos momentos:
entonces caigo en la cuenta
de que mi recámara es desemejante
porque la llenas tú
con tu recuerdo.
A dónde estés ahora estoy contigo
aun estando solo tú me sigues.
Ahora estoy en este lecho desahuciado
en este tálamo donde mis huesos trasudan
aquí me desahogo
cuando el ayer retorna a mí
entre besos y caricias fulminantes
¡cuando ese ayer…!
Retorna a mí como una llama
-entonces-
Esta soledad que me reclama
es este amor.
Que no duda.
Que te ama.
No puedo perdonarme ni me culpo tampoco
pues culpable no soy -ni juzgo nada-
Porque aprendí a sentir tu mano en mi alma
a mirar los parajes sin sentido.
Ha caminar contigo
ha conocer los ósculos que en tus labios
se prendieron a mí
como dos leños candentes en mi boca
¿qué culpa tengo yo?
Si fue tu piel –la tersura de tu piel-
Quien permitió que mi mano acariciara
¿Y qué culpa tienes tú…?
De ser eco en mis entrañas.
Amor mío –sé que no siempre estamos juntos-
Que nos carcome las fauces de la distancia
-pero-
¡¿Lo sabes amor?!
Que cuando estamos tú y yo
hacemos un bacanal de cada encuentro.