El día es un mosquito caminando
en la silueta arrugada de una bujía
cuya luz esculpe las manos reumáticas
hilando golondrinas sobre los rieles
alquilados en las maletas de cualquier paisaje
No hago comas para separar el ayer
traqueteando en mis rodillas flexionadas,
del ahora, empapelado en las sonrisas
moribundas de una alcancía rota.
No hago méritos para robarme el pulso
la mariposa gesticulando en el vientre
el temblor vergonzoso en las aletas nasales
su insomnio esculpiendo mis ojos de peces
No, no hago nada, me basta con verlo
palpitar mi miedo en su cuello omnipresente
rascarme dos poemas, alargarme en el abrazo
murmurar un te quiero mientras me grito fracaso
para atormentar la almohada con mi obnubilado
Tiempo, abochornado de potenciales hiatos
Me voy arrastrando el colmo en el baile de un tango
alejando la soledad en la empatía fraternal de una botella
retozando el obsoleto amuleto de mi matinal cuento
subyugado a las raíces subjuntivas de una cabeza imaginaria
Todo para fantasear el modo imperativo de un beso bisiesto
presagiado en las inferiores pieles de la suerte de un conejo.