nelida anderson parini

Un vistazo al espejo, mujer desesperada.

Vos que mostrándote gallo

 me ofrecés un escarmiento,

tenés el convencimiento

que en tu accionar no detallo.

 

Y que apegándome a fallo

errada siempre me encuentro

y en mi cabeza hay adentro

un cerebro de zapallo.

 

Y  te mostrás atrevido

con el semblante severo,

bravucón cual carcelero

de aspecto siempre aguerrido.

 

En la calle compañero

jovial  y entrañable amigo,

cuando en la casa conmigo

sos un monstruo verdadero.

 

Decís que soy una inútil

que precisa corrección

y que sin tu dirección

mi trabajo es siempre fútil.

 

Que en cabeza enmarañada

siempre pienso con torpeza,

que carente de destreza

 no sirvo para nada…

 

Decís que estás agotado

de toda mi tontería…

Que no hallás en mi valía

que mi rostro está arrugado…

 

Que vos te sentís cansado

de mi ruinosa belleza,

que soy razón de pobreza

a un vivir encadenado…

 

Que dinero que yo gano

no alcanza a pagar las cuentas

y a tus amigos comentas

mi juicio siempre malsano.

 

Que tú te esfuerzas en vano

salvando este matrimonio,

que el mismísimo demonio

mirando está con desgano.

 

Con tu proceder tirano

quebrantaste mi ilusión,

en temible sumisión

postraste valor humano.

 

Degradaste mi visión

con puño fuerte y certero,

a mi gemir plañidero

sepultaste en la omisión…

 

Hoy  hablándole al espejo,

vestigios busco de mí,

la que dio un terrible si

en un pasado ya añejo.

 

La que en un mundo complejo

de ensoñada perfección,

hoy despierta en aflicción

hurgándose en un reflejo.

 

La  que conversa consigo

en penetrante mirada,

la que lamenta callada

vivir con el enemigo.

 

La que soporta castigo,

la mil veces ultrajada,

la que esperanza violada

intenta cortar ombligo.

 

 Pongo dolor por testigo

ante vida mancillada.

Que si esto es sentirse amada

 amor al amor maldigo