Elsy Alpire Vaca

LAS CACHUELAS DEL TAHUAMANU

LAS CACHUELAS DEL TAHUAMANU (Cuento fantástico)

(Elsy Alpire Vaca)

 

Dos pescadores musculosos, joviales y felices, tomaron su canoa y arribaron el río Tahuamanu en busca de las palometas que les habían dicho son las más sabrosas de todos los peces del lugar.

 

Cuando se aproximaban al punto señalado que está situado justamente en las cachuelas que tienen una extensión de aproximadamente dos kilómetros de largo sobre toda la anchura del río, vieron el borbotón y brillo de las olas que suelen levantarse hasta un metro de altura, aparentando a lo lejos un raro tejido de brocados superpuestos que se mueven como si estuviera hirviendo.

 

Existen los canales secretos por donde los transeúntes transitan cuidadosamente para cruzar las famosas cachuelas, pero éstos no son fáciles de detectarlos, porque muchas veces suelen variar por los movimientos de las piedras que yacen bajo del agua. La luna plateada inunda con su luz brillosa, muchas veces deformando las sombras que parecen surgir de acuerdo a los caprichos de la selva.

 

Se situaron a la izquierda del río sin entrar a las cachuelas, y silenciosamente lanzaron sus redes que acá llaman tarrafa, y esperaron con la mirada atenta.

 

De repente la tarrafa se vio arrastrada y llena de palometas que también son llamadas pirañas, hacia el punto alto de la furiosa cachuela. Ellos, entusiasmados por haber visto claramente la abundancia de los peces atrapados, se subieron a la canoa dejándose llevar al impulso de la red que cada vez jalaba más con mayor fuerza.

 

No supieron en qué momento cayeron desde la ola más alta al fondo de un canal abierto, oscuro y tenebroso. Una velocidad desconocida e inenarrable los llevó al salón de fiestas de incontables palometas.

 

Aturdidos, sin nociones ante la emergencia de lo que les estaba sucediendo, sin mostrar oposición bailaron al compás de la música de aquellas beldades misteriosas que al besarlos les iban arrancando pedacitos de su piel.

 

¿Se habían transformado las fieras pirañas en tan hermosas mujeres? Ó eran sirenas que por efecto de la luna nueva habían optado por llevarlos a su hábitat natural.  No tuvieron tiempo para pensar en ninguna explicación y tomaron el licor que ellas bebían, compartiendo el entusiasmo.

 

Por la madrugada, cuando ya la luna se ocultaba, de la canoa no había ni señas y dos esqueletos blancos bogaban sobre la corriente del río.