RICARDO ALVAREZ

LA LECCIÓN de CRISTO

 

¡AY. Hermano mío! Como pudieron atarte a la cruz

si tu Padre nunca te hubo abandonado

ni aún del Dante sus últimos peldaños y

te ha revivido en letras hasta Juana de Ibarbourou.

 

Te flagelaron las atrocides en una lavada indiferente de manos

en el afluente del agua caída en lágrimas dónde se enjugó Pilatos.

Si una ultima piedra no fue arrojada a la prostituta

fue  por tu palabra de lengua ecléctica e indulta.

 

¡AY Hermano mío!  Como amaste hasta al enemigo.

Las máculas bélicas del hombre te dolieron como espinas

clavadas en Pedro. Heredero del pan, intestino de amigo.

 

Si la navidad trascendiera tu nacimiento

y evocara la marca de tus estigmas,

no habrían de chocarse copas en brindis de efímero momento

ni pronunciar vanas conferencias sino palabras de lección dignas.

 

 

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