Joseph Mercier García

A DOS VELAS

Me cogió de la mano,

con la suavidad de la seda.

Me miró despacio,

como quien espía a su presa.

Me lanzó una sonrisa

a mitad, bonita y traviesa.

Me besó sin prisa,

como si acaso nada existiera.

Me dijo eres guapo,

y me mordió dulcemente la oreja.

Luego, marchó a lentos pasos

y allí me dejó a dos velas.

Una encendida en mi corazón

y otra puesta sobre la mesa.

 

J.M. García

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