linda abdul baki

Sigo con las historias: Una Santa en un lugar extraño

Una Santa en un lugar extraño

 

Contada por Baba Sawan Singh Ji

 

 

 

 

RABIA BASRI,

 

 

 

 quien fuera una gran Santa

muy famosa, fue muy bonita de joven.

Debido a su belleza, en una ocasión fue

raptada por unos malhechores quienes la

vendieron al dueño de una casa de prostitución.

Allí, se esperaba que ella se comportara

como las demás mujeres que vivían en esa casa.

 

 

Durante la primera noche en ese lugar, un

hombre fue llevado a su cuarto y ella de

inmediato entabló conversación con él.

"Oh, es muy grato ver un amable joven

como tú," dijo ella. "Por favor siéntate y

ponte cómodo en esa silla, y si quieres, digamos

juntos nuestras oraciones."

El joven se sorprendió, sin embargo se

arrodilló al lado de Rabia y durante un rato,

ambos oraron. Luego Rabia se puso de pie y dijo:

 

 

"Estoy segura que no te molestará si

te recuerdo que algún día has de morir. Y

para ser justa contigo, lo correcto es que te

diga que el pecado que traes en mente, te

conducirá a las llamas del infierno. Por

favor, por tu propio bien, piensa si quieres

cometer ese pecado y por ello saltar hacia el

candente infierno o si prefieres evitar esa suerte."

 

 

Muy sorprendido y desconcertado el joven dijo:

"Oh buena y piadosa señora, has abierto

mis ojos, que hasta ahora estaban cerrados

a entender el significado de este pecado.

Te acepto como mi Murshid (Maestro) y

te prometo que nunca visitaré casa alguna como ésta."

 

 

A medida que pasaron los días, muchos

otros hombres fueron llevados al cuarto de

Rabia y todos y cada uno de ellos cambió, al

igual que el primero.

Era apenas natural que el rufián dueño

de la casa empezara a preguntarse:

"¿Cómo es que quien viene donde esta

muchacha nunca vuelve? Ella es tan joven y

hermosa que los hombres deberían revolotear

a su alrededor como polillas alrededor de la llama."

 

 

Con la intención de resolver el misterio, la

esposa del dueño de la casa, una noche se

escondió en un lugar donde podía ver lo que

sucedía en la habitación de Rabia y así

descubrir cómo era que ella trataba a

quienes allí entraban. Tan pronto como un

hombre entró en el cuarto, Rabia empezó a decir:

 

 

"Buenas noches amigo, bienvenido. Aquí

en esta perniciosa casa siempre recuerdo

que Dios es omnipotente. Es una idea excelente,

¿no te parece?"

El hombre, bastante sorprendido, se sentía

obligado a estar de acuerdo con ella. De

mala gana respondió:

"Sí, eso es lo que nos han enseñado los

sacerdotes."

 

 

"Aquí, rodeada por la maldad, nunca

olvido que El ve todo el mal que se hace y

reparte justicia. Oh, cuántos hay que entran

a esta casa por un momento de lo que

llaman placer y por ello tienen que vivir una

indescriptible agonía y sufrimiento en el

infierno de Dios. Tú también puedes hacer

lo mismo si lo deseas. Pero, amigo, la forma

humana nos fue entregada para permitirnos

meditar y realizar a Dios y no para

malgastar este precioso don, comportándonos

de manera aún más baja que los animales."

 

 

Ese hombre, al igual que todos los otros

hombres anteriores, vio de inmediato la

verdad en las palabras de Rabia. Por primera

vez se dio cuenta de la enormidad del

pecado que tenía en mente y cayó postrado

a los pies de Rabia y llorando amargamente,

le pidió su perdón.

 

 

Las palabras de Rabia eran tan sinceras y

persuasivas, que incluso la dura esposa del

dueño salió de su escondite y empezó a

llorar por todos los pecados que había cometido.

Se arrodilló a los pies de Rabia y dijo:

 

 

"Oh pura y piadosa muchacha, !cuánto

mal buscamos hacerte, a ti quien eres verdaderamente

una Santa. Ya mismo ve y deja

esta casa de perdición. Nosotros desde

ahora vemos que hemos hecho algo espantoso.

Nuestros ojos se han abierto y nuestras

vidas cambiarán."