No, esa no va ahí,
le dije, agarrándole la mano.
¿Ves esta pieza?
La del día de nuestro aniversario
va justamente aquí
en el centro de la mesa.
¿Y ésta qué?
Preguntó ella fascinada
sujetando su corazón.
Esa ya está encajada,
le contesté,
está junto al mío, amor.
¡Pero solo hay tres piezas,
no es posible, faltan más!
Exclamó aturdida.
¿Dónde están las demás
de este rompecabezas?
¿Están escondidas?
Negué y sonreí despacio.
Todas esas piezas ausentes
en este puzle vacío
serás tú quien las llene,
estando a mi lado,
si sigues conmigo.
Y ella me devolvió la sonrisa,
y me comió a besos
porque entendió feliz
que todos aquellos huecos
eran cosas de la vida
que nos faltaban por vivir.
J.M. García
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