ALVARO J. MARQUEZ

AMORES DE ESCLAVOS (CapĂ­tulos 3 y 4)

“La decisión de Alberto”. Capítulo 3

Las labores continúan en la hacienda del coronel,
hay tristeza en los corazones de todos en el lugar,
un hombre muy noble, bondadoso, ése fue él
y su familia y los sirvientes lo han de extrañar.

El coronel tiene dos hijos, el mayor se llama Alberto
y asume las funciones del padre en la hacienda,
todos confiados allí esperan y ven el camino abierto,
para que con el mismo amor del coronel se les atienda.

Alberto es un hombre joven, noble como el padre,
Francisco su hermano, estudia y acaba de llegar,
ambos se reúnen en la sala con su señora madre
y hablan sobre pasos que están próximos a dar.

“Hay un sirviente de la hacienda” -dice Alberto, el mayor,
refiriéndose al joven y muy enamorado Juvenal-
“que creo que está sufriendo mucho por un amor
y me parece que si lo ayudamos, no haríamos mal”.

“Está enamorado de una chica que trabaja para el Barón,
sé que este hombre es malvado y que debe maltratarla,
sin embargo nosotros podemos tratar de tocar su corazón
y ofrecerle un trato justo y por Juvenal, comprarla”.

Desde el otro plano, el coronel con un guía a todo asiste
y ve muy extrañado a sus hijos en tal conversación,
ellos saben muy bien que con el Barón no existe
la más mínima posibilidad de resolver esa situación.

“Nuestro padre sabemos que no estaría de acuerdo,
pero por Juvenal creo que debemos hacer el intento”,
Dice el coronel; “Haber fallado con ellos no recuerdo,
nunca pensé que en mi familia llegaría este momento”.

Salvius se llama el guía que acompaña al coronel,
lo estimula, lo aconseja y mucho lo reconforta
y más en estos instantes cuando no entiende él
por qué su hijo mayor de esa manera se comporta.

Nadie en su familia osaría pisar la casa del Barón,
lugar donde hay armas, látigos, postes de castigo,
es un hombre cruel del que no deben esperar comprensión
y además, muy importante, no se considera un amigo.

“Es lo que haremos -dice Alberto- y que Dios nos ayude”,
doña Luisa la madre, les da su apoyo y los abraza,
“ojalá que vuestro padre en estos momentos no dude
y que siga reinando la paz y el amor en esta casa”.


“Visitan al Barón Macedo”. Capítulo 4

Amanece otro día en casa del Barón Macedo,
no se respira armonía en ese lugar tan cruel,
a lo lejos ve venir a caballo sin reflejar miedo
a Alberto y Francisco, los dos hijos del coronel.

La sangre ahora le hierve a aquel hombre,
“¿qué buscan esos mocosos en mi casa?
El atrevimiento de ellos no tiene nombre,
pero voy a recibirlos a ver qué les pasa”.

A pasar a ambos los invita y los tres se sientan,
la esposa del Barón les da café y se aleja...
En privado él le dice “deja ver qué intentan”
y mucha maldad en sus ojos se refleja.

Barón -habla Alberto- venimos a pedirle un favor,
aunque por ello estamos dispuestos a pagarle,
un sirviente nuestro está muy lleno de amor
por una chica que creo que podemos comprarle”.

En los ojos del Barón había un brillo maligno,
“¿cómo se atreven -pensó- a pedir algo semejante?”,
en el otro plano decía el coronel “no me resigno
a ver que mis hijos lleven esta locura adelante”.

“Queremos que nos venda a Ismalia, Barón,
para hacer feliz a Juvenal, un buen trabajador”,
el coronel miró a su guía buscando opinión
y Salvius le sugirió “déjalos actuar, es mejor”.

Ardía de coraje el Barón en esos momentos
pero esforzándose por ocultarlo fingió aceptar,
“me parecen muy loables sus sentimientos
y les prometo que al menos lo voy a pensar”.

Con sonrisas se miraron Francisco y Alberto
e iniciaron su regreso a la hacienda,
el coronel no podía creer que esto fuera cierto,
“no hay manera de que tal proceder yo entienda”.

Llamó el Barón a su capataz Juvencio con urgencia,
los gritos se escuchaban y todos pánico sentían,
miró a Juvencio y en su mirar se notaba su demencia
y le contó lo que los hijos del coronel querían.

“Búscame a aquella mujer, a Ismalia, sabes cuál es,
quiero que pase por manos de todos los peones,
que ella sea ultrajada una y otra y otra vez,
hasta dejarla en las peores condiciones”.

Continuará...