Hugo Emilio Ocanto

Monólogo: Espero, nada más...espero...mi final

Apoyado sobre la baranda

del balcón, contemplo la avenida.

En este, nuestro sexto piso.

El que fue en un tiempo

ya pasado nuestro piso.

El departamento donde vivimos

los más apasionados momentos

de amor. Buenos Aires...

la reina del Plata.

Los vehículos casi diminutos se ven.

Aquí nos sentábamos a contemplar,

charlando animadamente

sobre todos nuestros proyectos.

Que uno a uno fuimos

construyendo como gorriones

construyendo su nido de amor.

Qué felices fuimos...

Muchos años ya han pasado.

Corrientes, calle de ensueños.

Cercano al obelisco.

Nuestros teatros preferidos

Gran Rex y Opera...

Las marquesinas con nuestros nombres...

anunciando nuestras obras teatrales.

Los éxitos inolvidables que tuvimos.

Fuimos dos grandes más de la

escena nacional.

Cuántos se han ido ya.

También tú te has ido amor.

Al más allá...

Después de una exitosa noche.

Después de una gran fiesta.

Estabas tan radiante y hermosa...

Eras una reina. Y yo, al lado tuyo,

me consideraba un extra...

Inventábamos chistes sobre

mi dicho: " Soy un extra en la

obra que protagoniza mi esposa"

Fuimos los dos cabeza de compañía.

Dos célebres que después de tu partida,

me borré de la interpretación.

Nada he querido saber con

el arte de interpretar.

Me quedé solo en el escenario.

Me faltaba la estrella...

que eras tú...

Esa pelea que tuvimos después

de aquella inolvidable fiesta.

Pelea o llamémosle discusión,

que siempre teníamos

cuando tomábamos unas copas de más.

Esa noche, los dos estuvimos ebrios.

Comenzamos a discutir

por estupideces que a veces

los artistas matrimoniales

hacemos. Por tonterías.

Casos y cosas de la vida del artista.

¡Artista! Ya he dejado de serlo.

En parte todos estos seis años

que han pasado, me siento culpable.

Los dos estábamos alterados

y discutíamos, discutíamos prioridades.

Tú primero, yo después.

Yo primero, tú después.

Ególatras estúpidos.

Pelearnos esa noche por

cuál de los dos era el número uno de los dos.

Mi nombre o el tuyo.

El tuyo o el mío en la marquesina

de la próxima obra que

íbamos a representar.

Lo tuyo fue una locura que no pude evitar.

Tu suicidio... mi tormento.

Tu ausencia, mi remordimiento.

No tuviste que tomar esa decisión...

pero en gran parte te ayudó

el alcohol que habías ingerido.

Tal vez si yo no hubiese

estado en el mismo estado

de embriaguez, hubiese podido

evitar la locura de tu suicidio.

Después de tu muerte,

nada quise saber. Prácticamente

me he pasado todos estos años

aquí, encerrado. Casi sin querer

saber del mundo exterior.

Me he autocastigado.

Lo he logrado. Nada más quiero saber.

Mi inspiración ha muerto.

Solo espero mi final.

Varias veces he intentado

arrojarme al vacío,

como tú... pero he tenido

la cobardía de matarme.

¿Y esta es mi valentía por vivir así?

Mis colegas actores me han estado

llamando. Las estrellas también.

No los atiendo más.

Mi estrella preferida se ha perdido.

Se suicidó... se hartó...

¿De mí? No, estoy seguro que no.

Pero inconscientemente,

me digo que he sido partícipe,

sin intención de que lo hicieras,

de tu suicidio. Loco suicidio.

Y he determinado que éste,

mi suicidio en vida,

sea lento... hasta que llegue mi final.

Nada ya me importa.

Vivir o morir...

me da igual. No te tengo más.

Sé que estoy cometiendo una locura.

En vida. Tú cometiste la locura

de matarte. Buscaste la muerte.

Y fuiste hacia ella.

Tengo la cobardía del suicidio.

Pero tengo la valentía de seguir así,

sufriendo... ya mi corazón lentamente

se va debilitando...

De a poco me estoy matando,

viviendo. Con la pena de que

no estés ya más a mi lado.

Noches esplendorosas

que no han de volver.

Y no quisiera tener.

Hablo contigo Señor...

tú me dices que lo estoy

haciendo no es de mi conveniencia.

Y yo te respondo Señor,

que no quiero determinar

el día de mi muerte.

Mándamela tú, cuando tú lo decidas.

No lo tomes como un pecado.

¿Tú crees que con mi actitud estoy pecando?

No me respondes Señor.

Espero tu veredicto.

Ten piedad de mí.

Te amo, como amé a ella.

Pero me encuentro sin fuerzas de vida.

Sin ánimo de matarme.

Pienso que tú has de aceptar más,

este mi autocastigo,

que si yo me liquidase,

me suicide...

Solo espero la muerte.

Lo demás, para mí, no tiene sentido.

Espero, nada más... espero... mi final... 

 


Todos los derechos reservados del autor ( Hugo Emilio Ocanto - 29/09/2012)