Andra

Prometimos no llorar.

 

Prometimos no llorar.

 

Es difícil prometer

que no se ha de llorar

cuando un  adiós golpea

la puerta del alma.

 

Es fácil decir

de los  momentos hermosos

hay que aferrarse, cuando

 son  esos momentos

los que convertidos en puñal

se clavan en el corazón

produciendo inmenso dolor.

 

 

¿Como se le explica a un corazón?

¡Que ya no es querido!,

¿Cuando solo ha conocido el  verbo

de sentirse amado?,

¿Como borrar los recuerdos de la mente?

¡Que viaja entre la cordura y la demencia!


 

Yo loca de amor aquella vez

En el cáliz de tu ausencia 

Deposite mis lágrimas,

Bebiendo mi dolor.

 

Grite tu nombre

En los silencios de la noche,

Y en la almohada húmeda

Sollocé tu recuerdo. 

 

De  rodillas ante el altísimo

Suplique misericordia,

La repuesta no llegaba

Y mi pena aumentaba.

 

Llore mil lágrimas

 en el  abandono de tu existencia,

pernocte en tu imagen perdida

aunque en realidad el insomnio me apresaba.

 

Los minutos del reloj

se detuvieron  en mis ojos,

la noche y el día

se bañaban en angustia.

 

¡Tanto! te amaba

que extravíe mi existía,

¡tanto!  te quise,

que olvide mi propia vida.

¡tanto! tanto…

que mis oídos se negaban

a la dureza de tu voz,

a la despedida rotunda

que quebranto mis ilusiones.

 

Y como en  cuento de hadas

callo el encanto ante mis ojos,

y aquella promesa

se rompió en raudo llanto.  


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