Víctor Callirgos

Juramento Eterno

Si así lo has decidido, está bien.

A partir de ahora el único camino

que jóvenes forjamos con inmenso cariño,

se divide en dos; tú, por aquí; yo, por allá.

Algunas penas, algunas perlas caerán

por el dolor y esta pérdida real, irreparable.


Cierto, no vinimos juntos; nuestros cauces

se unieron al empezar el estío

y éste, ahora, a nuestros años, está por acabar.

Nuestro río creció con nuestro niño,

¿qué será de él? ¿qué será?

¿qué fuentes ahora le saciarán?


A veces más pensamos en nosotros;

en nuestras pasiones y deleites alzamos el vuelo

sin medir los sinsabores que afectan para siempre

la inocencia y el candor de la niñez.

Yo, por mi parte, te prometo, no abandonaré;

cumpliré como hombre; sin embargo,

la sed de su alma por la ausencia de su padre

no sé si colmaré. ¡Ábreme tus fuentes, Padre,

para ver!


Adiós, recodo del camino; adiós, esporádico nido;

cuna de mis sueños, pesar de mis anhelos,

inevitable desconsuelo, te digo, adiós.

 

Pero, ven tú, ven pequeñuelo, vida de mi vida,

no me mires ya con esos tristes ojuelos;

yo te prometo como jura Dios ante sí mismo,

en su inmaculado y glorioso altar; que nunca jamás,

yo nunca, sangre de mi sangre, nunca te abandonaré.