FIDEL HERNANDEZ

TIERRA MAYA: Cuando las piedras cuentan historias


Ku jop’ol in ka xíimbal.
Ya’ab ba’alo’ob ku máan tin tuukul…”

 “Camino nuevamente.
En mi mente se agolpan sentimientos…”

(José Eduviges Ucán Noh)

 

Se hace el silencio…

 

Los enigmáticos ruidos de la selva

han ido desapareciendo.

Se hace el silencio.

Sólo suena el silencio…

Ya no se oyen las aves,

ya no se escucha el viento;

ya no se oyen mis pasos

ni mi palpitar,

ni siquiera mi respirar

entrecortado y profundo

mientras el cielo va desapareciendo

entre nubarrones oscuros…

 

Se hace el silencio

haciendo eco en mi propio silencio…

 

Las pupilas velan mis ojos

y comienzo el sendero

sin mirar atrás,

sin preocuparme en algún momento

por el regreso…

Camino con paso decidido

hacia mis adentros

mientras mi cuerpo se va humedeciendo

- tal vez como bautizo sagrado

que un chac oficiara

para purgar esta mi esencia

de dzul que de mí emergiera.

 

Camino hacia mi interior,

sin prisa alguna,

sin pausa…, lentamente;

con ese temor a lo desconocido,

con esa saliva espesa y amarga

de quien está poseído

por una fuerza extraña…

 

Se hizo el silencio…

 

Cierro los ojos…

La sangre se hiela

y en mi alma reverberan

indescriptibles murmullos,

sinfonías de un mismo coro,

como voces procedentes de otros tiempos,

infatigables recorriendo

un intangible y misterioso universo…

 

La lluvia arrecia…

Gotas gruesas, somnolientas,

caen sobre las hileras de piedras

de un majestuoso templo oculto en la selva…

Y esas piedras toman vida,

al despertar con la lluvia milenaria

que todos los días las besa…

Y esas piedras entonces hablan,

le cuentan al viajero historias

ancladas en el tiempo,

antes de que la selva para sí reclamara

la tierra que un día le fuera arrebatada…

Son historias que unos hombres tatuaran

sobre la frágil caliza de la tierra maya…

 

Son historias de un tiempo no muy lejano,

de una magnífica tierra

de almas petrificadas,

de creencias, de magias,

de sacrificios humanos,

de esplendores, de glorias

y también de la decadencia

que ese edén un día tuviera,

abandonado por los dioses,

por las lluvias y por las cosechas

que lo hicieran perecer una noche

destruyendo tanta belleza.

 

Las piedras mil historias cuentan…

 

Solo hay que escucharlas

con los oídos del alma

solo hay que verlas

con la mirada del alma.

Se hacen visibles con un sortilegio especial

para todos los ojos,

para todos los que buscan,

para todos los que añoran,

para todos los que miran

y  para todos aquellos que ni buscan mi miran,

sino tan solo se dejan llevar

por la magia del lugar.

 

Y entonces, tal vez,

comprendes que quizás tú también

fuiste fecundado en el inframundo,

en la mirada de un jaguar,

con la simiente de Itzamná

y alimentado por Ah Mun,

mientras que Ixtab te reclamaba a su seno…

Y entonces comprendes que, tal vez, tú

creciste en el líquido amniótico de un cenote,

virginal agua de selva virgen…

y que,  tal vez, llegada tu hora,

ascendiste por las raíces de una ceiba,

-ese cordón umbilical sagrado-

hasta las ramas más altas

buscando la luz,

para hacerte humano

mientras extendías los brazos en cruz

a los caprichosos puntos cardinales

que alguien había ordenado.

Y tal vez, quizás, por qué no,

naciste en un grito sordo en la noche,

entre centellas y percusiones arrítmicas y eternas,

alumbrado con piras purificadoras

en una liturgia ancestral

que algún sacerdote ofrendara,

mientras Ixchel  cubría con su manto de obsidiana

majestuosamente toda la tierra maya…

 

Cuando el silencio se hace en la selva,

cuando las piedras cuentan historias,

un sentimiento  profundo penetra

y obnubila a la misma memoria.

Una sensación extraña

azota mis entrañas…

Extraña sensación

que en mi pecho queda grabada…

Quizás yo y tal vez, tú,

trascendiéramos de ese mundo,

o fuéramos incluso

la propia esencia de Popol Vuh;

y hoy, en este nuevo deambular,

no recordáramos nada…

 

Una lágrima recorre mi cara…

Abro los ojos…

La lluvia para…

El tucán calla…

Las estrellas regresan…

El tunkuluchú canta…

El jade se transforma en selva…

El silencio se apaga…