Carmen Formoso Lapido

El Escultor.

 

Figuras de niños cincelados en blanco marfil,

aleteaban en su cabeza constantemente,

y sus manos encallecidas cruzadas por venas azuladas

daban forma instantánea a sus ideas,

el terciopelo rojo servía de marco digno,

la Señora sonriente en el punto central

sosteniendo al niño en su regazo después de mamar,

regordete y satisfecho despidiendo paz y serenidad;

tranquiliza el verlo, y la esperanza fluye al corazón

de todo el que lo pueda contemplar.

Manos que trabajan, venas azuladas, mirada cansada,

mente liberada, buscando siempre la forma de expresarse,

bajorrelieves, entretallas, modelados, estofados, incrustados,

tallas flamencas, bustos, dibujos estilizados de modelos de pago,

siempre contrariado, plasmando, avanzando, avanza, más, más,

por el camino largo, sin fin, para estar, enseñando intransigente,

atravesando confines su meta sin fin parece no alcanzar,

observando sin descanso, buscando, buscando…

el horizonte siempre lejos, satisfacción inalcanzable,

piensa que tesón no le falta, por eso continua errante arrastrando aparejos,

cincelando, dibujando, encuentra pero no, la satisfacción no le dura,

surgen otros deseos, extiende su mano en busca de su genialidad,

templado, robustecido, la mano poderosa, callosa, azulada, caliente,

atormentada, agarrando, atesorando raudales de arte, más no importa,

su talento es inacabable y vuelve a mirar hacia allá, cada vez más lejos,

hay que esperar para encontrar, no hay descanso, ¡aún no!,

la musa le acompaña, esa es su suerte, y allá lejos, en el norte,

pensando que ya llegaba, encuentra la paz, breve, pero intensa;

y de nuevo se escapa para seguir caminando, en un retorno al principio,

sus manos siguen dando forma, esculpiendo desde su alma, no se cansan,

no se desgastan; revolotean imágenes nuevas en su cabeza

que piden que se muevan, que vuelvan a crear,

y se mueven sobre la madera o la piedra, el mármol o el marfil,

el barro o lo que sea; y el escultor no descansa, sus manos virtuosas

lo consiguen todo, pero su mente clama por más, y los años pasan,

está triste porque aún queda camino por andar; el trabajo no le cansa,

los cabellos canos que ve en el espejo le apresuran, tira para adelante;

el escultor sigue, sigue, camina lento, cada vez más, clama al cielo,

¡aún no!,

pero el horizonte está cerca porque retorna a su origen a reposar.

 

                           Tu arte nos acompañará siempre porque el artista nunca desaparece.

 

CFL