ALFREDO

C.A.E.A

Yo no querría decir nada:
quedarme callado en los parques
escuchando los silbidos sugerentes
de las aves
sería lo correcto.
No quiero decir nada,
quiero callar,
sustituir al mundo
por una caja de cartón
donde dormita un perro muerto.
Suplir este mundo de carbón
por algún cementerio
donde los cadáveres
danzen efusivos
algún son,

algún festejo.

Yo no quiero decir nada,
ni siquiera saludar por educación,
ni gritar si alguna bicicleta
atropella mi sosiego;
no quiero hablar,
ni responder al mar,
a ese mar,
que habla como muerto.

No quiero hablar:
me importan muy poco las palabras,
prefiero las imágenes
y sus virtudes;
opto por las calles
y sus misterios otoñales.
No quiero hablar,
ni un sólo grito;
quiero abrazar al silencio
hasta asfixiarlo.
Quiero salir
hacia un paraje
donde existan árboles llorosos
como en aquel poema de Eguren.

Quiero callar,
y no decir más,
no quiero platicar con mis amigos,
no me importa, si después
me condenan al exilio.
Quiero a ese silencio,
a ese silencio de madre que perdio a su hijo,
a ese silencio solitario,
a ese silencio
que está atado de manos,
a ese silencio
de espíritu rezando.