bernardo cortes vicencio

EXISTO EN MI ALIENTO DESHABITADO

 

 Atravieso un viento desnudo

se ha demacrado en la ventana

como rodaja de pelo a contra luz.

 

Bandera de cima silenciosa y árida

 nube llevando  desolado  fugitivo

 se ha precipitado   solitario

 hacia el balcón  desterrando  el ocaso.

 

¡Cuanta lágrima se escarcha en la ventisca!

 casi en vilo sobre el vértigo laberinto

                                                     de mi cara

caen y se vuelven partículas: descaman al silencio.

 

Dialogo y delibero éste clima de inútil ausencia

                                              retratada en mis labios.

 

Él  usa una mascara intacta por las viejas  calles

él usa un páramo fértil y reza por las esquinas

      de  arista volátil y de  jugosa cavidad  sin voz. . .

. . .y también  usa una  cáscara carcomida que trasmuta voluptuosa

tan voluptuosa  como su vestimenta sin equilibrios.

 

La verdad gime sobre el insomnio denso.

 

Y es que ahí estoy con mis ojos nuevos

porque  heredé   a tientas la tierra de mis pasos

y una cacería de voz  en ésta boca de arena.

 

El molde hueco  de mi  pensar mundano

  se desliza por los bolsillos

                                            al norte

                                                       al sur

hacia el cinto tembloroso del pantalón

y los cuatro puntos cardinales de los vientos.

 

Cabizbajo, camino y camino

 y se me amotina en  mi pañuelo insólito

atraído por  la muchedumbre insoluble   

                                                              de que no es nada

solo  ésta terraza nocturna de mi casa. . .

 

. .  .Pienso lo insípido que es el umbral de mi pensar. . .

 

Que ya no existo…

                       que sólo soy un milagro

ánima de miel con pupilas de harina

hacia el pecho  ávido en que hirió la aurora

aurora en que renací. . .

 

 Vaho de lana friolento

y  pomada de  acetileno y mejilla de invierno

y de  abeja blanca con su aguijón sonoro

que entró por  la rendija del alma.

 

He resucitado para leer al hijo del tiempo

al breve pulso de sonidos y de antiguos signos de cada gesto.

 

En la mímica: se me descarna lo inexplicable

y entonces contemplo  el cauce de la piedra

ella llora perfidias  hundida a dos metros 

bajo la pisada inerte de la penumbra.

 

No es el oráculo ni el enigma de la luz

no es el  polvo pulido del viento

es la  costra y paño  de un cuerpo usado

vejestorio en su  resequedad sanguínea.

 

Al reverso de éste  cuerpo ingenuo

  tea  jeroglífica,  espectro  que finge.

 

He pasado con la espada y he vencido

con el silencioso manto de las tempestades

 la sal de mis lágrimas ya  me  cubre de musgo

y existo en mi  aliento deshabitado

como una profecía mistificada.

 

Cierro  la puerta  de los presentimientos

y coso con la aguja la tela de los porqué.

 

Y nuevamente mis labios hacen promesas permanentes

 savia torrente y saeta.

 

Soy viejo ático de la noche

con el obscuro marco de los dedos

como  membrana de sol que se ha movido por el instante

imantado por el brote del suave estío (aire y desvanecimiento)

cuando me inclino con el  viento. 

 

¡Porque soy libre y comparezco con las evocaciones

porque  estolón soy,  prado,  andrajo,  heredero de esencias

y aquel fresco adorno  que guardé en la memoria

avaro,  albacea en que destilo ésta visión de torvo invierno!

 

 

En fin… el aroma del ornato no se pierde

se esparce en mis papeles embusteros

anciano que rima la bondad de los gusanos.

 

Ellos están aquí con la pluma a deshoras

en la hoja de los jardines

 sobre el tallo de la primavera

de ésta piel y su latido.

 

Han sido los pensares de callada abreviatura

cabalgan en mis cabellos cabizbajos

pasajeros con el traje de preguntas

son los hallazgos en la vasija de mis pensamientos. 

 

Bernardo Cortés Vicencio 

Papantla Ver, México