Hugo Emilio Ocanto

Guión teatral: No me castigues con tu indiferencia, Ludmila (Parte uno)

(Personaje sentado delante de computadora.

Completamente  pensativo.

Indeciso. No sabe cómo comenzar

a escribirle a la mujer que ama.

Comienza)

Querida Ludmila:

Hoy te he llamado, no sé cuántas veces

al celular y al teléfono directo,

y no me has respondido.

¿Estás bien? Espero al menos,

que por esta vía me respondas.

Tuve la intención de ir hasta

tu casa, pero sabes que lamentablemente

no puedo hacerlo debido

a este tremendo dolor

que tengo en las piernas.

Aprovecho que estoy solo en casa.

Sabes que tengo problemas

con mis hijos. Están enterados de lo nuestro,

y no lo aceptan. ¿Es por lo que te estoy

diciendo tu silencio?

No seas así. Suficiente es mi dolor

físico, para que me agregues esta,

tu indiferencia.

Sabes desde un principio

cuál es mi situación familiar.

Hoy me habló mi ex esposa

solicitándome que para dentro

de dos días le entregue la suma

de diez mil pesos.

Es lo que le debo de acuerdo

a lo que habíamos pactado

al separarnos. Te comento

que me he encaprichado

de una manera que hasta que yo mismo

me sorprendo.

Me estoy refiriendo a este dinero.

Se me ha metido en la cabeza

estos últimos meses,

de que es una suma muy elevada

para ella sola.

Mantengo a mis dos hijos.

No puedo dejar de hacerlo.

Son míos, y los amo.

Aunque todos los días

tengo novedades ingratas

por parte de ellos.

Están reacios a todo lo que

pienso y digo.

Mi paciencia tiene un límite.

Y a veces, la pierdo.

Pasa que no quiero perderlos

a ellos. Hoy se han ido

a festejar el cumpleaños

de una amiga en común.

Uno de mis muchachos

está enamorado de la cumpleañera.

Y el hermano me ha comentado

que ella también de él.

Son jóvenes. Que vivan

plenamente su amor de juventud.

Me siento muy abatido.

Estoy muy amargado.

Esta caída ha sido motivo

de mi inestabilidad.

Hay días que me siento bien,

y otros, terriblemente mal.

Los médicos me dicen que

es propio del golpe.

Que pronto podré volver

a caminar perfectamente.

Confío en que así ha de ser.

Ludmila, cuéntame qué es lo que

te pasa. Me siento muy solo

sin poder dialogar contigo,

como lo hacíamos hasta hace

tres días. Tres días sin escucharte.

Ni siquiera he recibido

un llamado. ¿Por qué me castigas así?

Lo que me pides no puedo hacerlo.

Al menos por ahora.

Ellos son muy adolescentes todavía.

Son unos niños grandes.

Pero me quieren, a su manera.

Son parte de mi vida y de mis afectos,

y no puedo abandonarlos.

Los amo mucho para dejarlos.

Mi ex esposa los recibe por

un par de días cada dos semanas.

Lo sabes. Recién la próxima semana

van a ir con ella.

Te extraño mucho Ludmila.

No me hagas más daño.

Aunque sea llámame.

Me siento muy solo cuando

los chicos no están.

Ellos hacen su vida,

y los comprendo.

También yo he tenido

la edad similar.

Pasa que tengo mucha angustia

en mi alma Ludmila.

Te necesito.

Sé que estás muy disgustada

porque uno de mis hijos

rompió el retrato tuyo.

No quedó nada de él.

Cuando hizo eso,

me dolió más a mí que a él,

la bofetada que le dí.

Después me arrepentí de haberlo

hecho. Pero tuve la satisfacción

de que me pidiera disculpas.

Y a pesar de la gravedad

por lo que hizo,

lo disculpé. Tú no tienes

hijos, yo sí. Y los padres

debemos amarlos.

Los amo a ellos y te amo a tí.

En este momento no tengo elección.

Debo protegerlos, porque son parte

de mi vida.

Tú también eres parte de mi vida,

Ludmila. No siempre podemos tener

lo que pretendemos. Me refiero a...

totalmente. Quiero tener el amor

de ellos, y también el tuyo.

¿Tan difícil te es comprender

mi situación y mis sentimientos?

Solo te estoy pidiendo que vuelva tu

corazón a sentir la pasión

que antes sentías por mí.

Mis sentimientos hacia tí

están intactos. No han variado.

Pero evidentemente, tú ya

no eres la misma conmigo.

Tantas veces hemos hecho el amor...

y te extraño.

Solo Dios sabe cuánto te extraño

y te amo, Ludmila.

Aparte de mis hijos,

eres lo que más amo.

No defraudes a mi corazón.

Ven hacia mí.

Los chicos son buenos.

Y estoy seguro que te aceptarán. Démosle tiempo al tiempo.

¿Por qué tengo yo que estar

escribiéndote, pudiendo tú

estar a mi lado y decírtelo

frente a frente?

Como otras veces. Sabes de mi amor,

y estoy recibiendo como un castigo,

tu indiferencia.

A veces, Ludmila, te juro tengo

ganas de hacer algo incorrecto.

Un verdadero cristiano no debe

suicidarse. Pero más de una vez

lo he pensado. Oh, sí, lo he pensado

muchas veces...pero no lo hago

porque no quiero dejar guachitos

de padre a mis hijos.

Son sangre de mi sangre.

Y tú eres la mujer que elegí

para poder ser feliz.

Pero me dejas solo.

Tu actitud y tu indiferencia,

están matando mi alma...

Vuelve Ludmila. Ven y acompáñame.

Aún teniéndolos a ellos,

me siento como en una desierta

isla sin tu presencia.

Deja de castigarme.

No me instigues a hacer algo

que después sé me voy a arrepentir.

Únete a mí. Arrepentirme de abandonarlos.

No puedo hacerlo estando vivo.

Y no puedo eliminar mi existencia,

porque así también se quedarían sin mí.

Unamos nuestros sentimientos.

Dame la alegría de tenerte

junto a mí. La soledad abruma

mi existencia. Respóndeme, por favor.

Dime al menos cómo estás...

¿por qué tu silencio Ludmila?

Por favor, dime por qué.

Ahora te lo estoy exigiendo.

¡No puedo soportar esta soledad!

Mis piernas casi paralizadas,

y tu ausencia... No me castigues

con tu indiferencia, Ludmila.

Te necesito. ¿Vendrás?

¿Me responderás? En este momento

tengo un nudo en mi garganta.

¡Tengo ganas de gritar!

¡Gritar tu nombre!...

¡Ludmila, Ludmila!...

¡Estoy solo, mi amor, y te necesito!

¡Oh, soledad, compañera, vete!...

No quiero más estar solo...

La noche, y la oscuridad...

Tengo miedo...mucho miedo Ludmila...

Miedo de vivir... y de morir...         continúa

Todos los derechos reservados del autor(Hugo Emilio Ocanto- 30/08/2012)