Nunca hubo lunas llenas
ni ocasos infinitos.
Siempre el tiempo estuvo medido,
breve, conciso.
Cada detalle lo adivinaba,
ya lo esperaba, lo presentía.
El miedo presente cada día
el silencio mi cómplice,
mi compañía.
Y tú frente a mi
retando a mi sonrisa,
interrogando la mirada,
destruyendo fantasías,
sueños que se abrazan,
que se aferran,
que se pierden en tus ojos
y mueren con tu voz.