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Los sueños de Lucía

Lucía despertó y vio como el mundo se derrumbaba. Volvió a cerrar los ojos y se convirtió en Marilyn Monroe, y bailaba y cantaba con delicadeza extrema, volvía locos a todos los hombres, las miradas estaban fijas en ella y Lucía era Marilyn, y Marilyn volvía a la vida a través de Lucía, y ellas se conectaban en algún lugar de la mente de la soñadora.


Y los ojos abre otra vez; El mundo se despedazaba, se escuchaban gritos. Lucía da media vuelta y vuelve a soñar, sueña que es una guerrera, que cruza mares ríos y nunca duerme, y nunca cae, y nunca llora, pero sí ama, y su cuerpo es alma y su alma está más allá, iluminada, y el filo de su espada corta las malezas selváticas del África mientras comienza una danza erótica hacia su amado, y entre las plantas y la lluvia se hunden en pasión.


Ya la tercera vez a Lucía le costó abrir sus ojos debido al calor, y cuando vio el fuego que iba comiéndose al mundo inmediatamente volvió a soñar. Es una geisha, y en un perfecto y musical japonés entona poemas que hablan de viejas andanzas y lejanos pueblos, y baila muy bien, con su cara pintada de blanco, con su sonrisa esponjosa, con su cara de cultura oriental.

 


Y Lucía abrió los ojos por última vez, el fuego había llegado a su cama, el calor era insoportable, ya la muerte respiraba a su lado. Y así y todo, Lucía cerró sus ojos, prefería morir siendo reina. Prefería los sueños a la triste realidad.