Samuel Rondón Acevedo

Bienvenida

Etapa 3: Luz ilusiva
I

Eres el deseo vivo que buscaba mi alma,
la fantasía que nunca nadie pudo soñar.
De las suplicas de mis tiempos ahora apareces
dispuesta a entregar las puras pasiones de tu amar.

Desde mis sueños profundos despiertas como viva numen seductora,
aromatizando el aire en derredor con el bálsamo de tu ser.
Vienes irradiando los colores que opacas con el brillo de tu temple,
y por eso me arrodillo ante ti, doncella, entregándote mi querer.

Mientras las pesadillas de mi soledad
carcomieron todos mis adentros delirante,
llegó el brillo de tu reminiscencia danzante,
como luz que espantó la densa oscuridad,
como fantasía que opacó la realidad,
como memorias deseadas anhelantes.

Y te pido, no te vayas con el tesoro de tu querer,
ahora que cautivo estoy de tus recuerdos en tu ausencia,
ahora que vienes al renacimiento de mis afectos
apareciéndote ante mí con tu pura y bendita esencia.

Te ruego, no te despidas con mi corazón en tus manos,
no desaparezcas con tu amor danzando como llegaste.
No moriré agonizando por dejar ilusiones en vano
ni mis recuerdos dirán que con el alma no me amaste.

Cantarán por ti las sirenas que viven en mis pensares,
te llevaré a las nubes, alinearé por ti las estrellas,
y como flores las haré crecer por ti en el inmenso cielo
mientras te inunden mil caricias por cada una de ellas.

Tu mera presencia anestesia mis dolores,
sosiega mi locura, aquieta mi pesares.
Son tus dones los que cautivarán mi alma
y endulzarán mi ser hasta que se sequen los mares.

Y como un canto que roza mis sentires,
tu suave nombre es melodía a mis oídos;
nombre que en mí despierta volcanes de amor,
tocando el corazón y avivando mis latidos.

Por eso bienvenida a los aposentos de mis adentros;
bienvenida serás por siempre, mi eterna musa entrañada.
Aquí aguardaba por ti tu santo trono en reserva
para que llegaras al fin y fueras por siempre amada.