mandril

El Desaparecido

Había perdido su libertad,

pero no su voluntad.

Aquella hermosa y humana capacidad

que a los encadenados permitió soñar.

 

Sus ojos sangraban sobre su rostro seco,

cementerio de lágrimas,

Su espalda malherida en vano trataba de levantar su peso muerto

el cuerpo hecho yaga, alimento ya de cuervos.

 

Su mujer muerta también busca consuelo,

una familia despedazada por la desesperanza,

fosa eterna, prisión de las almas.

Una nación cubierta de llamas.

 

Nadie puede encontrarlo, nadie puede nombrarlo,

su rostro permanece estampado en una fotografía,

la intención era perpetuarlo,

ahora mentes nuevas pretenden olvidarlo.

 

Alguien le hizo un memorial,

a él y muchos más,

su hijo muerto busca ahora también consuelo,

Tristeza inconmensurable, lamento criminal.

 

Desde su escondite involuntario

él sigue buscándose, aún sueña con su liberad,

aún muerto no ha perdido su voluntad.

Sangran sus manos inocentes, sangra de lejos su calvario.

 

La historia avergonzada no sabe qué hacer,

la tierra que le recibió en silencio,

cual madre consoladora,

ahora pide justicia, clama ante sus hijos vivos, necios.

 

Las palabras hoy mueren antes que aquel cuyo nombre no ha muerto,

sólo está desaparecido, ni allá ni acá,

en un incómodo olvido,

él sólo está desaparecido, pero no vencido.