mario mena mena

Madre


Madre ¿por qué esta tarde tienes el gesto tan distinto

mientras caminas a ese árbol, decidida?

Madre, tu sabes de la advertencia que tenemos

Mira la belleza y perfección que nos rodea

Tu misma evidencias que El existe

Madre todo es nuevo y paz,

y con toda seguridad El nos va a enseñar los caminos

Mama, ¿qué importa el tamaño de esta espera? Esperemos

Yo te escribo a milenios de distancia de ese día

y te cuento que todos estamos enfermos

entre abrojos, cardos y fuegos

añorando el paraíso perdido

Madre, lo perdimos, y ahora buscamos ir de vuelta

Mamá, es cierto que el árbol “es agradable a los ojos”

pero no escuches al que habla entre las ramas

usando abominación de presentar como verdad perfecta, la mentira

y que con desfachatez se atreve a insinuar que El nos miente

que sólo quiere impedirnos elevar el vuelo y ser grandes

que este Jardín no es suficiente para nosotros

y  que hay un más allá de estos bosques que bien vale la prueba

Madre, yo también le escucho hoy día

diciendo que no moriremos si nos apartamos del que nos trajo del polvo

que no comer el fruto sólo nos impide llegar a ser como dioses

y me ha preguntado que si no me suena extraño que no esté bien

desear parecerse al que nos hizo semejantes suyos

Mama, ¿qué hizo que vinieras a este árbol?

¿qué te lleva a dialogar con ese interlocutor sombrío?

Madre, El dijo que no comamos de ese fruto

y aún hoy a generaciones, pienso que eso basta

pero te cuento que aunque no entiendo qué te llevó a extender el brazo

yo también he estado muchísimas veces ante el árbol

y aún sin ninguna oferta he tomado la fruta y he comido

por eso se que estamos enfermos de error, de distancia y muerte,

Pero Mamá, ahora ya Creo, y se que después que todo esto pase

muchos hijos regresaremos al Jardín contigo

el día que El lo tiene prometido