teresa ternavasio

EL NIÑO ETERNO

El niño eterno

 

Un rayo dorado

lastima la penumbra

de la rueda de horas que van y  vienen

 

El apasionado sol,

con su vehemencia,

se hace dueño del espacio,

hasta que, en lucha pareja,

las sombras  de la noche

arrebatan su reinado  

y otra vez la sonrisa irónica de la luna,

como única diosa de un cielo obediente.

 

 

El poeta en su habitación, sueña

 

La soledad lo abraza a la pluma

y en su dilema de nostalgias

escarba en el alma triste,

buscando, buscando.

 

¿Qué busca el poeta?   

 

Las flores que no pierden el perfume,

el amor inmune a la desesperanza,

la belleza pura de la doncella,

que a fuerza de espera,

se esfuma

 

Mira en torno,

solo encuentra los senderos  arrugados,

que el desconsuelo dejó sobre el papel

 

Nada

hay en la tierra que no perezca

 

Solo

el amor que guarda  el corazón

por el niño eterno