SelenioE

Cuento "la Flor de Jade"

Yaces con un ojo cerrado, entre el lecho y yo. Yaces entre muchas, yazgo sobre muchos. Tu nombre portátil, Jade. Hoy dormiré solo, mañana habrá brotado la flor de Jade en mis ganas de volverte a tener.

 

Nuestros pasos acompasados al encuentro del hotel se sienten como pasos de una antología de intenciones mutuas. Dedos entrelazados con normalidad, se diría que ya es costumbre, pero no. Hoy el cielo aplaude el largo tiempo hasta hoy, día que dejarán de ser las excusas y el velo. Hoy, no mañana, mis labios de pie y con manos calcularán la coordenada de tanto gusto, agradecerán tener el tino para hacerlo así.

 

Afuera llueve después de llegar. Nosotros llovemos por lo bajo. Jade y yo, ventanas abiertas. Como la habitación vinimos, preparados y ordenados. Si deudas con los días, sin saldos personales. Fértiles, Jade y yo.

 

En una esquina de la cama rasgo la sábana y levanto la falda. Me declaro mudo al cerrar los ojos y dejarme caer a besar, mudo ante el discurso suave y terso que me trajo aquí, a traicionar mi lenguaje y cerrar los ojos, a quitarme los lentes e ir profundo a reclamar mi lugar intermitente en tus adentros. A hacer lo que quiero, impunemente.

 

Antes de entrar saltaremos varios peldaños. Mi mano grande y tu mano caliente, con el hambre de antes de comer. Hay silencio suficiente al mediodía para que los chillidos del colchón viejo salgan e informen a la gente de nuestro asunto: Se está sembrando la flor de Jade.