Carlo Enrique

Sobre cómo me distraigo cuando la extraño

Hay que escribir 
-decía Damián ojeroso-
los dedos helados le dolían 
además de tener las pelotas encogidas
era momento de cerrar la ventana
y echar los ojos a tientas para ver si había luna
-Bah, qué estúpido! Pero si vivo en Lima.

-Hay que escribir
Maria Emilia debía estar enojada o triste
lo cierto es que detrás de su sonrisa estaba su voluble
su voluble su voluble...

-Bah, ¿hay que seguir escribiendo?

No, no se llamaba, digo, no se llama, Maria Emilia. Su nombre dista mucho de ese pero se me torna dulce. 
Pienso que sería hermoso que me lo volviera a decir
como si estuviese tímida, sí, como si nos conociéramos de nuevo.

- Sí, ¡hay que escribir!

Pero no por encargo -pensaba Damián- mientras sorbía un poco más de agua. 

- De sus labios, su voz, manan...

Dónde estaría; es decir, dónde carajos viviría, dónde dormiría...
Damián no podía concentrarse, sorbía un poco más de agua y había que pagar las cuentas. 

- Monedas de oro cubiertas con chocolate.

Las deudas, ¿y habría que olvidarse de la llamada Maria Emilia?

- ¡Te necesito, socórreme, se llevarán mis lápices!

No había saldo en el celular. Y su hermanito menor le llegaba al pincho cada vez que decía: [...]sin soga ni cabra.

Y la verdad es que era la cabra más hermosa que había tenido.



Carloenrique