Armando Cano

DUEÑA DE CUATRO PAREDES

 

No seamos mas como esos seres irracionales que ven pasar la vida ante sus ojos como desde un vagón del metro, o desde los asientos de un lento, pausado, polvoriento y oxidado ferrocarril.

Seamos más activos, propositivos. Sin buscar que el universo marche a nuestro agrado, porque de cierto sabemos que es más fácil que nosotros cambiemos, que nos adecuemos, a que el resto del universo nos conduela.

Esta reflexión sacude mi cabeza, me la dicta el corazón. Me grita: olvídala ya. Sé tú mismo, vive ya tu vida. A ella no le interesas, nunca le importaste.

Vive, sé feliz. Ella es tan sólo una quimera, una musa caprichosa; es un alma revelada que fue envuelta en piel.

Olvídala, olvídala. Has de cuenta que no la conociste, que no memorizaste sus ojos, sus lunares, la curva de su seno, ni el olor de su cabello.

Aléjate de ella, que no te vea sufrir. Su pecho no abriga hacia ti ni una esperanza, ni un suspiro, ni una palabra de consuelo o amistad. Ella es libre como el viento, dueña de cuatro paredes y siempre tendrá la razón, … como todas las mujeres!

Eso fue todo lo que oí, me levante con discreción. Pague mis tazas de café y en el silencio me perdí.

 

 

 

© Armando Cano.