AdelaVila

Altibajos

¡Ay, amor, cómo duele no tenerte!

Quisiera morir y nacer lluvia…

¿Significará esto creer en la reencarnación?

 

Vivo en el pasado.

Aquél donde nuestros cuerpos

eran los protagonistas únicos,

sin remilgos ni reparos,

del adagio de amor más etéreo.

 

Almacenaré en esta piel de cabra,

la harina aceitosa que emana

de la langosta recién tostada.

Aquélla que juntos,

entre risas y sustos,

capturamos a impulsos de besos.

 

El raciocinio dicta prudencia;

el corazón gira sus aspas,

cual jovial comba,

al unísono de las manecillas del reloj.

Por cierto, tan aceleradas ellas,

que más parece una olimpiada griega,

que un juego infantil de dos.

 

¡Qué le importa al tiempo la aceleración!

Carece de rival.

Aislado está de la impaciencia mundanal.

 

En un impulso, me evado,

levanto la mirada hacia los tejados…

Es exacerbado el grueso tecnológico.

Me pregunto, ¿habrá en la misma proporción

tanto corazón atribulado?

 

Amor sin nombre, aquí abajo, estoy.

¡Aleteando! con mis altibajos,

velando al difunto olvido,

llorando tus ojos, tus labios.

 

En el refugio de tus brazos,

que aun siendo ficticios,

son, ¡Ay… perfume de sándalo!