Carlos Alcaraz

Pequeño monólogo de una ausencia incomprendida

 

 

Han pasado cinco meses.

 

 

Aquel diciembre sigue aquí:

 

Recuerdo, por ejemplo, 

que la tierra solía estar hecha de agua, 

que mis pies, como balsas, flotaban, 

que no había senderos, ni relojes, ni montañas

- excepto, por supuesto, aquella en la que el cielo 

cobijaba nuestra cruz - , 

las estrellas como un eco de las luces del pueblo...

¡amábamos romper con el silencio, 

el frío, la tierra, el tiempo...

los pretextos...

 

 

 

No había razones de nada,

no faltaba nada.

A mi lado,

estabas tú.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nunca entenderé por qué decidiste partir,

quedarte lejos otras tantas de estas eternidades

que son los días sin tu estrella.

¿A qué le tenías miedo?

¿Qué te faltaba aprender?

¿De qué dudabas?

 

 

 

No lo sé.

 

 

 

Si algo es seguro,

es que tú

serás siempre mi vida en rosa,

y que yo

no seré más que un ermitaño,

hasta que quieras volver,

hasta que no tengas más razones

para decir “todavía no”.

 

 

 

 

 

 

 

Hace ya cinco meses

que el polvo es polvo,

la tierra es tierra,

y nada más.

 

 

Carlos Alcaraz

31/05/12