bernardo cortes vicencio

SEMILLA QUE DEJÓ EL BUITRE EN MIS HUESOS

Poco a poco el ácido disuelve mis pensamientos

              y me alejo

                 hacia otros mundos

lentamente con el caudal donde el fruto. . .

                      . . . no mancille mi libertad.

 

Busco la puerta de la historia en que naufrago

la boca de la tormenta en la vajilla. . .

el reptil que envolvió al santuario. . .

la palabra que tuvo  debilidad en la morada.

 

En mi casa.

En mi albergue.

En  mi nido.

 

(Desde niño siempre le hice molde a los dientes de cada sílaba).

 

Voy solo con el sudario de mi conciencia

con el espiritu herido y mutilado

hacia los peldaños que tripula el destino.

 

Busco la pieza en la balsa del sordo.

 

La mudanza de los rumores

que no son más que desolado tumor

de sal prolongada y lacerante en mi carne.

 

Estos labios acostumbrados a callar

darle la media vuelta al párpado impaciente

con las aguas del gemido

sobre el  aire denso de los ríos.

 

El vaso amable hizo ovillo en los oídos

tus ecos fueron madeja de cal en la  mesa

y yo bebí la sapiente de la duda

efectos de la cicuta azul en el agua fría.

 

Me alejo con la tibia hiel de mi prisa

con la sierra eléctrica en mi estómago

dándole vuelta a la oculta brújula del guijarro

y aquella  pizca de luz en mis ojos.

 

Soy sed que al latir me persigo

alucinado y templado huyo del relámpago

mosca diluida sobre el humo de la lluvia

o simplemente el vértigo telón

de la burbuja espesa  donde se me cobijó  la voz.

 

Soy hielo al dolor frío

y miro donde restalla el sol  inseminado y palpable

de tu espina en mi costado.

 

No huyo de la burbuja de gas que me explota en la camisa

huyo del cuervo impuro

de la semilla que dejó el buitre en mis huesos

de la piraña que sin pausa me destazó lentamente.

 

Bernardo Cortés Vicencio

Papantla, Ver; México