lilith blad dracul

poema27

Esta vez no  les hablare de mi amado vampiro perdido en algún sitio voraz del mundo, ni de mis paseos nocturnos por los recovecos  del averno, no, esta vez no.

 

Mientras recorría el mismo camino  que desde hace más de 18 años conozco, observaba mi alrededor, ¿qué hay de interesante en ver un montón de maleza?  Seguramente se preguntaran y la verdad yo tampoco se, tal vez en ese momento no solo era un ecosistema,  ese instante  fue distinto  porque el aire estaba inundado del dulce aroma de las flores de café  y el sol bañaba el horizonte de una manera singular puesto que  no era ese sol picoso de un mediodía  no, era un sol  moribundo   de notas melancólicas y de un matiz vivaz  en  ciertas partes.

 

La comunión de la naturaleza con mi alma, trajo a mi miles de  recuerdos  pegajosos, deseaba cerrar los ojos y solo escuchar a mi alrededor  pero no esos ruidos martirizantes  de autos en las calles, los gritos de una muchedumbre frenética por el estrés o la música  taladrando los oídos, no, lo que quería era abrir mi  cuerpo y liberar mi espíritu. De alguna manera lo hice y pude escuchar el melodioso vaivén de las hojas, el crepitar de las ramas y el trino de las avecillas, era sencillamente fácil, la  vida por  un fugaz  minuto fue divertida, sin preocupaciones, sin  nada mas en que pensar.

No estoy segura de lo que fue, ¿la hipótesis  de la invención de mi desquiciada  imaginación o tal vez un diminuto viaje  a lo que el ser humano ha dejado atrás?

¿Qué parte de nosotros renuncio  a  la unión de un mundo adverso?  Hemos canjeado  la posibilidad  de  ver las estrellas  por ver los faroles que iluminan las avenidas, dejamos de sentir la lluvia  por temor a que arruine  nuestro maquillaje, viajamos tan aprisa por la vida que se nos ha olvidado  lo bello que puede ser un amanecer y  lo mágico  de un atardecer.