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Campanario de mi alma

 

Cada jugo porta su remedio,

sea fresca y resplandeciente la cosecha.

Pueda secar el ansia que cierne,

la frustración que adelgaza como el hambre.

 

 

 

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Rumor que trepas bravío.

Sabio guardián del embrujo,

del halo que persiste sorpresivo, que besa condescendiente.

 

 

Amor, tu cofre contiene el influjo,

que partiendo al individuo,

le rellena de delicias, lo remueve y reconvierte.

 

 

Tanto te debo, amoroso rumor:

mi honra y valor,

mi entereza y ligera bondad.

Tu capa es mi espada.

 

 

Tú que atrevido subiste, raudo y con empeño,

para donarme los sentidos y la razón,

para demoler mi excéntrica visión.

Hasta la altitud del campanario,

y alzaste con soplo, engendraste el vuelo.

 

 

Griterío pleno de jolgorio,

musicales maternos esparcidos relucientes

sobre la transparencia del escenario.

Mediante el aleteo de pictóricas golondrinas,

cuales picoteando las nubes,

embarazan el inmaculado celeste, dibujan el cielo.

Con la tierna dicción,

cual pronuncia con la vida hecha voz,

la pasión de un te quiero.

 

 

Hay vigilias solemnes, perdidamente sensuales,

a las que les faltan horas y les sobran espacios,

que completan identidades.

Que posadas en la clave, lugareñas del tacto exacto,

tienen la llave maestra; son providenciales.

 

 

Sereno tiempo, tu serenidad me excita.

Confluyo en tu cúspide junto a la ausencia de pensamientos.

Un rocío de frutales se desliza desentendido de pactos,

y posa la fertilidad halla donde estuvo lo yermo.

 

 

¡Amor, tu tiempo está locuazmente lleno!

tu tiempo se advierte completo,

tu tiempo precisa...de la falta de necesidad.

 

 

Precisa de la pausa irracional, de un diálogo clemente,

donde las ideas se tomen un descanso, aunque frunzan el ceño,

que deshabiten nuestra alcoba y se marchen al recreo.

Precisa de sonrisas desenvueltas, fluidas,

de pestañas y guiños que prolonguen su tiempo

al envolverlo; con la presencia del después.

 

 

318-omu G.S (BCN-2012)