Carlos Fernando

MelancolĂ­a

Reviso la correspondencia electrónica,

y me entero que los formularios de Hacienda

están en revisión para satisfacer al Fisco.

Ya luego se pondrán en contacto

para decirme si todo está en su sitio.

Sorbo una taza de café

pausadamente, para no perder la costumbre.

Concentro mis esfuerzos por revisar

algún tema de ciencia, otro de religión,

y escribo un poco.

Rebusco en mis recuerdos

un viejo poema que jamás me aprendí,

que jamás escuché completo,

pero que se liga a mi infancia

tranquila y sosa niñez, detrás del claustro

de la vetusta casa. Escucho una canción

que en su tiempo se liga en el recuerdo

a noches de grata bohemia y canto.

Me preparo para salir más tarde

a una reunión de trabajo para tratar

de no sé qué asuntos triviales.

Clamo a Dios esperando ser escuchado,

y entre tanto me llega la respuesta

a mi mudo clamor, hecho con la voz interior

que no se oye, solamente se siente y duele

agonizante como ya no se puede ser

más sincero en este mundo. Un fuego latente

me corre por los brazos hasta el pecho

y me inunda sin consumirme,

solamente me hace más consciente de mi propio ser,

y arde en las ascuas de mis viejas culpas.

¿Quién tendrá misericordia de mí? Solamente Dios,

y aun El se niega a responderme.

Guarda silencio, quizá por un amoroso respeto

a mi melancolía.