Eduardo Urueta

Las enaguas de Iztaccíhuatl

Popocatépetl,  brama profundamente,

rojamente

blancamente.


Cuando tú seas antiguo

más todavía,

malsana angelical

será tu lava en tezontle.


Sufre simplemente

una fábrica de vapores

y descansa

los baños de mediodía.

Esta ciudad y la otra ciudad

en la sagrada sepultura

de tus manos que son nieves.


Conorado del capricho

y del coraje a punto

que la lluvia sea esta noche

la oscuridad de tu romance.


Que termine ya tu cruz.

Las enaguas de Iztaccíhuatl

ya son

secas placas de las olas terrenales

no la sangrienta calentura que tuviste en el refugio de la esperanza de aquel entonces.