jonathanbenavente

Femme fatale

Contigo nunca se sabe: las marcas en tu nombre recuerdan los
atavíos menos pudorosos, laceraciones que la experiencia acusa en relieve;
la lluvia se ha colado por la ventana ¿ Con qué intención,
bajo sus golpeteos, pequeña semilla de tormenta, su voz sorda asiste?
Transpiras seguridad, un mal habito que no estas dispuesta a cambiar,
aún diagnosticada de bovarismo por toda la sociedad, pero tu triunfo
radica en la eficacia de tu veneno, rímel que impregna la memoria,
cual sábana blanca, de quien lo liba. A tus horas no acompaña
consideración alguna que te haga reparar en cualquier asunto
si no es a favor de cómo te afectan las cosas, no tienes problema
en admitirlo y nace en tí un estúpido orgullo que te resta la seriedad que
tus años requieren; pero, por supuesto, a ellos no les parece un inconveniente.
Calles antrosas y madrugadas tambalean sobre tu vientre, el calendario
corre y las estaciones giran con toda su utilería insensata;
tu indolencia come a escondidas de sus propias enemigas tristezas,
pero sin saborear. Necesariamente te ves obligada a marcar tus diferencias,
levantar alguna especie de podio, un pequeño altar, y desde aquel
promontorio elegir entre la jauría quién preste devoción a tu dulce-condena,
cuyos infranqueables muros están elaborados con jeroglíficos de indiferencia
y cuya ración vital compuesta por ternuras esporádicas.
Así la reina retoza, la silueta de aquel fantasma pesa sobre su vida,
advertido como el trazo luminoso bajo la puerta que sin poder dormir
se atisba, y ve en sus ropas dobladas un cuerpo deleznable que usurpa su niñez,
Sorda proa atravesando sus próximas noches, sus años de reina fatal.
Yo te pienso, me detengo y desciendo por tus caminillos circulares:
tras ese empaste cosmético existe una especie de sencillez radiante,
porque también eres injusta contigo cuando te niegas a aceptar
tu vulnerabilidad y dejarte llevar hacia acciones incontroladas.
Contigo nunca se sabe, luego de hacerte única te empeñas en borrarlo todo.