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Desde la soledad de un guiño extraviado

 

Vapores helados se adentran desde el revés,

abriendo sus fauces posan su atmósfera,

atraviesan con su quijada las embarcaciones

y engullen la avidez de los puertos.

 

 

Donde atracaban, plácidamente, esos ojos que ahora,

se hunden en las turbulencias tornándose esquivos.

 

 

Vapor, que posa la neblina sobre las miradas.

Helor, que unta de sombras,

reduce el confort de exteriores, de asientos,

que niega y apaga las velas, que le resta bullicio a la solana.

Niebla recubriendo dos tercios del paseo

avenidas asfaltadas, callejas angostas y estiradas,

y la plaza -todavía adoquinada- por entera.

Volviendo hambrienta de afecto a la ciudad.

 

 

Cómo existe tanta distancia -miles de leguas-

cuando, tú, mencionas las cosas,

guisas con aquellos mismos nombres que yo uso.

Cuando desciframos enigmas y conversamos,

nutrimos las capas de significados,

sonando parejos al transportar nuestras palabras el viento.

 

 

Sería -quizás- posible el saber

cual razón, adoleciendo de cordura, capacita para capar,

a la sociabilidad con la indiferencia.

Qué tronco puede olvidar su raíz.

Qué mundo puede dejar de recordar la matriz,

la complicidad del universo y su efervescencia.

 

 

318-omu G.S. (BCN-2012)