Eduardo Urueta

Desde el amor no dicho, pero deseado

A Carlos Enrique


Te quiero los pechos dulces

y amargos

como Perú en la poesía de Vallejo.

Te quiero nana de mis manos convexas y bandera de la cara infinita.

Soy poeta, uno insalvable, niña, por eso te haré una tumba oscura

para que vengas conmigo, donde estoy todos los días

y donde he forjado un tiempo sin dignidad pero contigo fantasma.

Todos los adioses que se me hicieron callo son nombres-corazón de la agonía.

Todos los amores son el ataúd con letanía.

Te quiero, te quiero, en la hora del fuego

Te canto en el mar, en la playa, de Lima, en silencio

de desierto

de misterio

y sin acaso.

No dejo de querete, amor mío:

creciente del ocaso.